¿Sigue el mundo el curso adecuado para superar la crisis del Covid-19?

  • Gerardo E. Martínez-Solanas
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¿Sigue el mundo el curso adecuado para superar la crisis del Covid-19?

4 years 1 month ago
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Han transcurrido más de dos meses desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunciara el 10 de marzo, tras una asombrosa demora, que el Covid-19 se había propagado y la peligrosa epidemia requería medidas sanitarias muy estrictas.

Al cabo de más de dos meses de un extenso cierre de la actividad económica en Estados Unidos, Europa y algunos otros países, el mundo se ve enfrentado a una profunda recesión económica (a excepción de China, que se ha convertido en la fuente y el proveedor global de innumerables medicamentos y de otros productos esenciales). La súbita parálisis de casi todas las actividades económicas y de la mayoría de los medios de producción durante un tiempo tan prolongado ya está amenazando con el estallido de una verdadera depresión económica mundial, semejante o incluso peor a la experimentada a partir de 1929.

Por tanto, es lógico dudar que la suspensión de la actividad económica y el cierre temporal de fábricas e industrias durante tanto tiempo haya estado justificado o pueda estarlo para un tiempo todavía más prolongado. Una depresión económica como la que asoló en los años 30 del siglo pasado podría causar, como entonces, la muerte de millones de personas que se suicidaron, murieron de inanición o carecieron de los recursos suficientes para atender sus necesidades sanitarias más básicas, en medio de una situación que provocó un agudo deterioro de los niveles de bienestar que habían sido alcanzados hasta esos momentos. El economista Brian Wesbury, Director de The American Spectator y autor de varios libros sobre macroeconomía y pronósticos sobre el desarrollo económico mundial, anticipó que el cierre de la economía de Estados Unidos hasta la Semana Santa redundaría en una contracción económica del 3%; pero si se prolongaba hasta fines de abril, llegaría al 8%; y podría reducirse hasta un 15% si continuaba hasta fines de mayo. En realidad, se quedó corto en sus pronósticos, porque ya ha llegado la recesión a ese nivel desde principios de este mes: ¡tres semanas antes de la fecha de su pronóstico! Esta dura realidad ha tenido, además, la triste consecuencia de aumentar los índices de desempleo del nivel más bajo de la historia en enero pasado (apenas poco más del 3%) hasta alcanzar el 16% hoy, la tasa más alta desde la Gran Depresión.

De hecho, esta pandemia, y los intentos experimentales empleados para mitigarla y controlarla, han provocado una serie de desafíos y debates que trascienden los escenarios específicos de la epidemiología y la medicina. En cada momento de esta crisis, y otro, y otro … alguna persona calificada se ha pronunciado a favor de determinadas normas y soluciones, para toparse, quizás una hora después, con que algún otro experto ha salido a la palestra pública para rechazar ese curso de acción. Sencillamente, el mundo (a excepción de China) no estaba preparado para enfrentar esta pandemia. Carecía de los equipos básicos de pruebas o análisis, de las máscaras protectoras, guantes quirúrgicos, respiradores, filtros de ventilación para los hospitales y otras instalaciones, así como muchos otros elementos indispensables para el cuidado de la salud (sin contar las graves consecuencias por detener la producción industrial, incluyendo el serio desabastecimiento de una enorme cantidad de bienes de consumo). Por tanto, el Mundo se ha visto en la desesperante necesidad de obtener todos esos productos de China, mientras trata de reacondicionar muchas fábricas e industrias para que comience a producirlos en cantidades suficientes para poder paliar la crisis. Empero, estas decisiones y medidas tardan mucho en realizarse y el daño ya ha quebrantado a países y regiones enteras.

Por otra parte, seamos conscientes de que la pandemia NO es la causa de toda la confusión que está trastornando la saludable relación que debe existir entre la moralidad, la economía y el progreso de un conocimiento científico que sea debidamente confiable, para estructurar concertadamente las decisiones pertinentes que mejor puedan satisfacer las necesidades de la sociedad. La situación que estamos atravesando se ha visto groseramente politizada, sobre todo en Estados Unidos y en algunos países de Europa. Por eso, cabe preguntar: «¿Cuándo se había visto o se había experimentado en un país democrático que la oposición política se negara a cerrar filas con el Presidente o con el Primer Ministro en tiempos tan graves de tribulación?» Esa negación irracional es exactamente lo que estamos contemplando. Es una realidad sumamente lastimosa e indignante, como si la crisis fuera un instrumento para lograr más poder y para arrebatárselo a quienes desde el gobierno están tratando de enfrentar y solucionar esta tragedia.

Mientras tanto, es notable la poca importancia que muchos están concediendo al hecho de que el gobierno chino se abstuvo de advertir al resto del mundo sobre el peligro que se cernía sobre la humanidad. Desde octubre pasado guardó silencio y permitió que el Covid-19 se propagara fuera de sus fronteras hasta que la crisis quedó fuera de control. Es más, China se ha negado a que un equipo de científicos y expertos investigadores visiten Wuhan y el laboratorio del que se sospecha que procede el virus. Ya es de conocimiento público que el medico que primero alzó su voz de alarma, Li Wenliang, advirtiendo de lo que estaba pasando en Wuhan, fue reprimido y castigado por el gobierno chino por “propagar rumores” y posteriormente falleció, supuestamente a consecuencias de la enfermedad. Se ha sabido también en semanas más recientes que Ai Fen, encargada de la sala de emergencias del Wuhan Central Hospital, desapareció poco después de conceder una entrevista en la que criticaba a su gobierno y lo acusaba de mentir sobre la seriedad del virus –en particular por haber negado que el virus era contagioso entre los humanos–. No se ha vuelto a saber de su paradero.

Es oportuno recordar también que el Director General de la OMS, Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, convocó a diversas conferencias de prensa en semanas posteriores en las que insistió reiteradamente que no se trataba de una pandemia, que el virus estaba bajo control y que bastaba observar las medidas profilácticas necesarias. Durante ese período viajó a Beijing el 28 de enero y se entrevistó con los líderes chinos para ofrecerles asistencia técnica y científica. El 30 de enero, la OMS informó que el contagio de humano a humano era muy limitado y basó sus conclusiones en fuentes del gobierno chino. Sin embargo, más tarde ese mismo día, la OMS reportó que había 7818 casos confirmados en China, además de otros 82 casos en 18 países del mundo.

Es también oportuno destacar que Taiwán reportó que había informado a la OMS a fines de diciembre de su preocupación por la gravedad potencial del coronavirus, pero que se había rechazado su advertencia. Por tanto, cabe recordar que Taiwán había sido expulsada de la OMS, a insistencia de China, desde 2016 y que pese a sus advertencias tempranas y a su éxito posterior en la prevención y control de la enfermedad, sería también excluida de asistir a la reunión del Comité de Emergencia convocado por la OMS para enero 22 y 23, en la que no pudo estar presente ni siquiera como observadora con voz pero sin voto, para contribuir al debate sobre la gravedad potencial del virus que apuntaba a una eventual pandemia.

Por otra parte, apenas días después, Anthony Fauci, Director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases, no procedió a dar la clarinada sobre los elevados riesgos de la propagación del virus cuando fue invitado el 26 de enero a una entrevista radial en el programa de John Carsimatidis, donde afirmó que el público norteamericano no tenía de qué preocuparse por el brote del coronavirus en China. «Es un riesgo muy, pero muy bajo, para Estados Unidos ... No es algo de lo que deba preocuparse o temer el público de Estados Unidos, porque tenemos formas de preparar y evaluar a las personas que vienen [desde China]», explicó Fauci. Ante estos hechos y declaraciones, es muy triste y desafortunada la dura crítica de amplios sectores de la prensa al Presidente Trump, a quien llegaron a acusar de racista cuando decidió cerrar el país el 2 de febrero a los inmigrantes y visitantes procedentes de China. En este sentido es justo reconocer que Fauci y otras personalidades del sector de salud y prevención han encomiado esa decisión, pese a que muchos “expertos” y amplios sectores de la prensa persistieron en criticar y oponerse a la medida.

Ante estos hechos y sus consecuencias, muchos líderes y expertos siguen argumentando a favor de mantener el cierre de las actividades económicas y sociales hasta que el mundo cuente con una vacuna o un medicamento que controle el virus, sin importarles las graves repercusiones económicas y sociales que causaría la prolongación de esta situación; mientras que otros se concentran en el efecto que tales medidas están teniendo en la erosión de las libertades y derechos que los ciudadanos están experimentando y eventualmente experimentarán en el futuro; así como también hay otros más que se preocupan estrictamente por el daño a la economía y la satisfacción del estilo de vida al que están acostumbrados. Estas divergencias, con frecuencia matizadas por actitudes intransigentes, nos dejan confundidos por el lamentable espejismo que nos hace imaginar que pueden aislarse las realidades físicas, espirituales y económicas para solucionar sus problemas por separado. No solo es ésta una idea incoherente sino que es muy peligrosa. Una crisis tan seria como esta requiere que todos nosotros hagamos un frente común de activo apoyo a nuestros gobernantes. Esto no significa en modo alguno que la crítica deba silenciarse sino que, cuando haya suficientes motivos de desacuerdo, sea imperativo para todos nosotros canalizar nuestra crítica hacia el diálogo, la concertación y la colaboración en la presentación de soluciones alternativas bien definidas y viables.

Lo cierto es que la libertad, la salud y la prosperidad son el resultado esencial y complementario del correcto ordenamiento de una sociedad estable y armoniosa. Para lograr el equilibrio capaz de sacar a la humanidad de esta tragedia es indispensable el debido entendimiento y la plena cooperación de todos los sectores de la sociedad, incluidos los políticos … ¡ah! y también de una prensa más objetiva y menos parcial.

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