El nefasto contubernio de Abogados, Médicos y Laboratorios

  • Gerardo E. Martínez-Solanas
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El nefasto contubernio de Abogados, Médicos y Laboratorios

13 years 3 weeks ago
#3648
¿Ha notado el lector cómo en los Estados Unidos se ha ido estableciendo un sistema cada vez más intenso de mercadeo en los medios de comunicación para los servicios legales, los servicios de salud y las medicinas? No puedo opinar sobre otros países porque no cuento con la experiencia necesaria, pero apreciaría los comentarios de quienes viven en América Latina, Europa y otras partes.

Hace apenas 30 años –y menos en muchos casos– no era ético que un profesional de la medicina, un laboratorio o un abogado anunciara sus servicios, sus soluciones legales o sus medicinas en los medios de comunicación. Se consideraba realmente ofensivo que un abogado procurara clientes destacando jugosos resultados en compensaciones o que un médico promoviera algún tipo de tratamiento o, mucho menos, que una farmacia o laboratorio promoviera la venta de alguna medicina.

Este notable respeto por la sanidad física y legal de los ciudadanos se ha derrumbado con una industria que combina los intereses financieros de estas profesiones en un vasto negocio que no tiene nada de vocacional y muy poco de profesional.

Hoy día se incita en numerosos comerciales (a quienes quizás no tengan motivo de preocuparse por su salud) a que vayan a su médico y lo presionen con argumentos sobre las virtudes de determinados fármacos. Se incita también a acudir a determinado profesional de las leyes para que se ocupe de fomentar demandas que reportarán grandes beneficios pecuniarios al demandante. Basta con haber sufrido un resbalón en plena calle frente a un comercio, para que un leguleyo prometa notables beneficios por cualquier demanda. Este leguleyo, a su vez, se asociará a un ortopédico que certificará las duraderas consecuencias de la caída y justificará ausencias de trabajo que deberá compensar con creces el demandado.

Otros fomentarán demandas por cualquier enfermedad o dolencia no curada. A su vez, los médicos y hospitales se valen de los abogados para redactar verdaderos mamotretos legales que debemos firmar antes de recibir tratamiento o asistencia para librarlos de toda responsabilidad. ¿Cómo ha sido esto posible en los Estados Unidos? Sencillamente porque el Poder Legislativo está dominado por abogados. Circunstancia que estoy seguro que es muy real también en otros países. Y para muchos abogados (demasiados), la medicina y la asistencia médica de emergencia es un gran negocio que hay que explotar y promover mediante un intenso mercadeo.

La industria farmacéutica se nutre también de esta circunstancia que permite anunciar sus productos no con un objetivo de mejorar las condiciones de salud de la población sino de vender la mayor cantidad posible de productos médicos. Parecería un chiste si no fueran tan trágicos los descargos que hacen en esos anuncios (redactados seguramente por sus abogados), enumerando todos los problemas, incluida la posibilidad de encontrar la muerte, que esos productos pueden causar al consumidor. En los anuncios verbales son enumerados a velocidad de ametralladora, mientras que el mensaje visual superpuesto es verdaderamente bucólico o encantador, y en los impresos, en letra pequeña que a veces esconden en otra página.

Por eso hay que tener muy en cuenta la grave acusación lanzada en una entrevista publicada en La Vanguardia , de Barcelona, por el Premio Nobel de Medicina de 1993 Richard Roberts, un notable bioquímico y biólogo molecular británico, quien no responde a un activismo anticapitalista o antiliberal como sucede con muchos autoproclamados activistas en defensa de los consumidores, sino que se ha dedicado casi exclusivamente al estudio que le ha permitido grandes descubrimientos en el ámbito de su vocación. De hecho,aunque Roberts es británico, sorprende al entrevistador de La Vanguardia, que le pregunta, “¿Qué modelo de investigación le parece más eficaz, el estadounidense o el europeo?”, con esta notable respuesta: “Es obvio que el estadounidense, en el que toma parte activa el capital privado, es mucho más eficiente. Tómese por ejemplo el espectacular avance de la industria informática, donde es el dinero privado el que financia la investigación básica y aplicada, pero respecto a la industria de la salud… tengo mis reservas.”

Luego tampoco justifica al capital sino que lo condiciona.

“La investigación en la salud humana no puede depender tan sólo de su rentabilidad económica.”
afirma. “Lo que es bueno para los dividendos de las empresas no siempre es bueno para las personas.”

Y subraya seguidamente una verdad lapidaria: “He comprobado como en algunos casos los investigadores dependientes de fondos privados hubieran descubierto medicinas muy eficaces que hubieran acabado por completo con una enfermedad…” Pero no siguen adelante, porque “las farmacéuticas a menudo no están tan interesadas en curarle a usted como en sacarle dinero, así que esa investigación, de repente, es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que cronifican la enfermedad y le hacen experimentar una mejoría que desaparece cuando deja de tomar el medicamento.”

He aquí la denuncia. Una denuncia espantosa, porque equivale a una especie de genocidio o a un verdadero programa cargado de sadismo burocrático y avaricioso. No nos habla un rebelde irresponsable sino alguien que se juega su reputación profesional por el simple hecho de proclamar su verdad:

“Pues es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación no para curar sino sólo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo y de una vez para siempre. Y no tiene más que seguir el análisis financiero de la industria farmacológica y comprobará lo que digo.”

Esos son los medicamentos que la industria farmacéutica anuncia con métodos tan persuasivos y con descargos tan cuidadosos y jurídicamente correctos.

Las democracias son perfectibles y estas cosas pueden corregirse. Pero hace falta divulgarlas con persistencia y mucha firmeza, aplicándonos a averiguar cuidadosamente quiénes son sus promotores a nivel legislativo y cuáles son los candidatos que responden a estos nefastos intereses para poder tacharlos de nuestras preferencias. En nuestras manos está extirparlos del medio político.

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