"Despacito" y en marcha atrás

Como expresión contundente de que a la cúpula militar castrista no le interesa el bienestar del pueblo que dice representar, Raúl Castro suspendió la entrega de nuevas licencias para ejercer el trabajo por cuenta propia en 32 tipos de negocios que generan productos y servicios en todo el país. Temporal o definitivamente, el general redujo los oficios, de 201 a 169.

Con su mecenas venezolano sumergido en la peor crisis de su historia, con menos petróleo en la isla, los subsidios reducidos, y con una nueva recesión económica al doblar de la esquina, el dictador lejos de dar mayor libertad económica a los cubanos, hace todo lo contrario. Muestra que su consigna “sin prisas, pero sin pausas” tiene como objetivo impedir el surgimiento de un pujante sector privado, precisamente el único motor que puede sacar a Cuba de su postración, atraso y miseria.

No importa que la iniciativa privada sea el motor de cualquier economía. No quieren ver la realidad. En la propia Cuba abruman las evidencias sobre la superioridad del sector privado en todos los sentidos. El sector privado ya crea más empleos en la isla que el Estado marxista-leninista. Además, se requiere permitir el aumento de la capacidad privada de alojamiento, para poder hacer frente a cualquier eventual incremento en el arribo de turistas al país.

¿Por qué se da este estacazo? Dos parecen ser los motivos principales:

1. La mafia militar que controla la isla no quiere competencia de negocios privados pues no podría competir con ellos.
2. El general Castro considera que con la eficiencia inherente al libre mercado los emprendedores cubanos se pueden convertir en una próspera red empresarial capaz de presionar no solo por más libertades económicas, sino…ojo, peligro, también políticas y sociales.

Es cierto que en China y en Vietnam eso no ha sido así. Pero los escasos intelectuales que hoy forman parte de la nomenklatura castrista tienen un argumento al respecto: una cosa es vivir en el lejano Oriente, con su tradición confuciana autoritaria y paternalista, nada democrática, y otra es vivir geográficamente en medio de la democracia liberal occidental, a 140 kilómetros de EE.UU, y con cientos de miles de “gusanos” allí residentes viajando cada año a la isla.

Otro factor que preocupa a los dinosaurios de La Habana es que, según la firma Havana Consulting Group, ya hoy los emprendedores de la isla generan productos y servicios por más de $2,500 millones anuales, y corren con el 18% de los ingresos indispensables para una economía que apenas creció un 1% en el primer semestre de 2017, y que cerró con una recesión en 2016. Por ejemplo, en Trinidad, los ingresos estatales en 2016 fueron superados por los ingresos privados, que representaron el 57.9% del total recaudado en ese municipio turístico, según el economista Omar Everleny Pérez.

Y eso ocurre cuando solo el 12% de la fuerza de trabajo empleada en la isla labora en el sector privado, un total de 567,982 personas, según Granma. Conclusión, Castro II y su claque no quieren que ese embrión capitalista crezca. Ello revela el carácter antinacional y retrógrado del castrismo, contrario al progreso y bienestar de Cuba y los cubanos.

Para que haya cambios verdaderos en la isla es indispensable un nuevo liderazgo político. Mientras tanto ¿hay reformas en Cuba? Nada de eso. Allá las cosas son diferentes. Un embudo ancho para el clan Castro y “despacito” para el bienestar del pueblo.