Una luz al final del túnel

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Es mucho lo que está en juego. Por lo tanto, si hay plena conciencia de tal exigencia, hay que poner todo el empeño necesario de defender el proceso electoral

El sentido común y la lógica política, si es que existen, son concluyentes al analizar fríamente y sin fanatismos la situación actual venezolana.

Y lo que tales componentes describen, es que estamos en y ante un país que ha sufrido una brutal arremetida contra toda su estructura constitutiva como nación, violentando todos los derechos ciudadanos.

Lo cierto, entonces, es que, con base en esa realidad, los ciudadanos venezolanos han quedado desmerecidamente indefensos ante la permanente destrucción y miseria, al arruinarse todos los sectores empleadores, productivos, financieros y comerciales del país, y quedar sometidos a vivir en un «Sálvese quien pueda».

Esta lamentable y absurda situación ha provocado un éxodo migratorio que se estima en un 25% del total de la población. Y se trata de una cifra que no es más elevada, por el factor limitante de edad (mayores y niños), evitando exponerse a los cruentos avatares de peligrosos y tortuosos caminos.

La situación general venezolana, entonces, registra un triste cuadro que está a la vista del mundo y que, con más crudeza, luce ante los ojos y dolor de todos los hijos y residentes del país. Sí, para los mismos individuos que, con mucho apego al suelo patrio, han permanecido en él, luchando por el rescate del país y del restablecimiento democrático constitucional, además de anhelando poder recibir y abrazar, en un futuro cercano, a familiares y amigos, mientras se regresa de un exilio forzoso.

Desde luego, ante esa actual realidad, lo cierto es que el terco y valiente pueblo, entre luchas y protestas de todo tipo en contra de la destrucción del país y de la violación de sus derechos ciudadanos, no descansa en su demanda y exigencia de un cambio de gobierno. Lamentablemente, tanto los opositores partidos políticos como sus líderes, durante 23 años de incansable confrontación, cargadas de errores y de aciertos, no han podido lograr el cambio y la recuperación del país.

No es el momento de calificar o de descalificar a ninguno. Por el contrario, hay que olvidarse de fanatismos, como de conveniencias personales o partidistas. Sí, en cambio, hay que concentrarse en un único objetivo: recuperar el país. Reconquistar el espacio en el que cabemos todos, es decir, el sitio en el que somos todos necesarios.

La expresión no traduce una justificación relacionada con el miedo ni tampoco con la alimentación de las dudas sobre lo que se siente y lo que se considera que hay que hacer. Por el contrario, en consonancia con la interpretación fiel de lo sucedido, de lo que está aconteciendo y se considera que habría que hacer, es que ya no hay cabida para luchas ideológicas, tampoco para diatribas grupales.

Existe un reto histórico que se debe entender y saber capitalizar. Porque estamos en una dramática situación del bien contra el mal, y obligados a construir respuestas ante lo que plantea la racionalidad y la comprensión de lo que demanda el futuro. Se trata de que los venezolanos estamos empeñados en recuperar la ética y la moral ciudadana. Y, además, que, en respuesta ante tal hecho, hemos comprendido con responsabilidad y objetividad que hay que combatir la corrupción, imponer la paz y la sana convivencia ciudadana. Pero, además, actuar todos arropados y abrazados con la bandera del respeto, de la libertad y del progreso individual y colectivo.

El país, su tiempo y la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, bajo la mirada y juicio del mundo entero, nos coloca ante el mandato para el año 2024, en la celebración de un proceso electoral presidencial. Y, con el mismo, enfrentar a un régimen que pretende perpetuarse en el poder contra un pueblo que, mayoritariamente, reclama un cambio.

Hoy nadie puede negar que existe un planteamiento histórico de alcances renovadores, transformadores y consustanciados con la vista, señalamiento, y exigencia de los países que claman por vivir en democracia y que condenan la insistencia de otros de someter a Venezuela y a los venezolanos a seguir viviendo distantes de la libertad, cercanos a la miseria, las penurias, el hambre y el empobrecimiento.

Indistintamente del propósito de lo que hoy está planteado, lo innegable es que el pueblo opositor venezolano ha decidido ir a un proceso de elecciones primarias, como a la elección de un candidato UNICO que lo represente, para ir luego unido en el 2024 a una contienda presidencial o batalla final. Se está claro, perfectamente claro en que el régimen hará lo indecible, todo lo que pueda – y no deba- llámense artificios y mañas, además de ventajas y de intentos divisionistas, para evitar e impedir la celebración de las elecciones primarias y que se consolide la unión ciudadana.

¿Y entonces qué hacer? Trabajar con espíritu de lucha, dedicación y vocación propia de quienes, históricamente, han sabido, podido y demostrado, una vez más, que en Venezuela hubo y sí puede haber nuevamente, como verdad absoluta, la expresión convertida en hecho positivo lo que traduce la consigna tantas veces repetida de que «EL PUEBLO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO».

Es mucho lo que está en juego. Por lo tanto, si hay plena conciencia de tal exigencia, hay que poner todo el empeño necesario de defender el proceso electoral de unas PRIMARIAS JUSTAS Y CONFIABLES, para luego, unidos, darle el apoyo al candidato único en representación de un pueblo empeñado en triunfar. –

Tomado de: Reporte Católico Laico

Enlace al original: https://reportecatolicolaico.com/2023/05/28/una-luz-al-final-del-tunel/

 

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