Efecto de las medidas coercitivas por la pandemia sobre las congregaciones religiosas

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La libertad religiosa fue y sigue siendo uno de los mayores ejemplos del tradicional respeto por los derechos humanos de que ha hecho gala Estados Unidos en los últimos 60 años. Lamentablemente, todas las religiones perdieron en EEUU esa libertad en 2020. Esta terrible realidad y lo que significa para el futuro de la fe aún no ha sido plenamente asimilado por un enorme segmento de la población.

Los confinamientos y cierres obligatorios asestaron un duro golpe a las prácticas e instituciones religiosas. Cada encuesta significativa demuestra que se ha producido una disminución en la asistencia diaria o semanal al servicio religioso desde la era anterior al cierre.

Según la agencia Pew, "durante ese tiempo, la proporción de todos los adultos estadounidenses que dicen que normalmente asisten a servicios religiosos al menos una vez al mes se ha reducido mensurablemente".

Numerosos personas que conozco notan que en sus respectivas congregaciones parece prevalecer un compromiso significativamente menor con sus deberes y participación religiosa. Sin duda, esto también se traduce en un ingreso por donaciones mucho menor para cubrir los gastos y actividades de sus iglesias. La rutina y el hábito de colaboración se rompieron una vez que la gente dejó de asistir a iglesias reales para limitarse a las virtuales o simplemente desentenderse, y ahora podemos comprobar la notable propagación de la indiferencia. Sin duda, una muy mala señal.

Un aspecto peculiar, sin embargo, complica ese panorama. Es probable que las organizaciones religiosas que lucharon contra las normas obligatorias y los cierres de COVID-19 se hayan ganado el respeto y la lealtad de Manifestación de protesta por limitación a las libertades religiosassus seguidores. De hecho, el fin de semana antepasado, al final de una representación artística donde los espectadores católicos "tradicionalistas" constituían la mayoría de la audiencia, quedé muy sorprendido al descubrir por las entrevistas que les hicieron a los asistentes, cómo muchas de esas congregaciones nunca cerraron sus puertas y enfrentaron las consecuencias.

Por el contrario, muchos obispos católicos se plegaron mansamente a las medidas dictatoriales y ejercieron presión sobre párrocos y vicarios católicos para que las acataran. Para colmo, cuando permitieron la apertura parcial de los templos los feligreses sufrieron la vejación de tener vigilancia policial apostada a la entrada, contando a los que entraban al templo para que no pasaran de 50 ... ¡¡¡y las puertas del templo se cerraban y los demás tenían que volver a sus casas!!!

Los tradicionalistas no sólo padecieron la reprobación de algunos obispos sino que agentes encubiertos del FBI investigaron a estos grupos católicos, violando la primera enmienda, y buscaron reclutar personas en los lugares de culto católicos como fuentes potenciales para vigilar, registrar e informar sobre sus feligreses, alegando vínculos entre los católicos tradicionalistas y el movimiento nacionalista blanco de extrema derecha, pese a que no contaban con pista alguna al respecto ni la descubrieron posteriormente.

Según la agencia Zenit de noticias: "Las indagaciones pasaron a precisar cómo la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) indagó a estadounidenses católicos colocando a agentes en parroquias católicas para recabar información sobre los fieles." Según CBS News, el informe del FBI fue aprobado inicialmente por varios supervisores del FBI, incluido un abogado notable de la oficina de Richmond.

Al producirse ahora nuevos brotes de la pandemia, en algunos lugares se están volviendo a aplicar las medidas que entonces significaron un cierre casi total de la actividad económica del país y de la libertad religiosa, pese a que se ha comprobado que fueron ineficaces entonces para contener la pandemia. Otras pandemias que han azotado este país y el resto del mundo, todavía más violentas y causantes de muchas más muertes, como la influenza, no han necesitado esas medidas dictatoriales para frenar y controlar su propagación. Cabe preguntarse si su aplicación se debe más a estrategias políticas que a una sana y eficaz profilaxis.

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