A propósito del XV domingo del Tiempo Ordinario.
- Padre Alberto Reyes Pías
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A propósito del XV domingo del Tiempo Ordinario.
Por el Padre Alberto Reyes Pías, sacerdote cubano.
Evangelio: Lucas 10, 25-37.
Dice el libro del Deuteronomio que lo que Dios nos pide “no es superior a nuestras fuerzas ni está fuera de nuestro alcance”, pero eso no quiere decir que sea necesariamente fácil.
Cristo pone el ejemplo de un samaritano que “se compadeció” de su prójimo, de su “próximo”, y se dispuso a ayudarlo con un derroche de bondad. Y termina Jesús diciendo a su interlocutor: “Anda y haz tú lo mismo”.
Cuando se vive un cristianismo teórico, este Evangelio es fascinante. Cuando se vive un cristianismo práctico, este Evangelio es desestabilizador. Porque la compasión eficaz no suele brotar espontáneamente, a diferencia de la lástima inútil.
La compasión eficaz exige haber integrado de tal modo que el “próximo” es mi hermano, que permita la flexibilidad que hace posible la caridad.
Flexibilidad con nuestro tiempo, tan sumamente lleno y cronometrado.
Flexibilidad con nuestros recursos materiales, sobre todo cuando el darlos implica quedarse, en cierto modo, desprotegido. Dar cuando nos sobra es relativamente fácil. Dar cuando no nos sobra es negociable. Pero dar lo que teníamos reservado para nosotros, para una emergencia, para una necesidad, o dar cuando eso implica la ruptura de nuestros planes…, eso es compasión genuina y es un acto de fe en la Providencia de Dios, es un salto al vacío que nos encoge, necesariamente, el estómago.
Y la compasión eficaz implica también la flexibilidad respecto a nuestros propios límites mentales. A veces, cuando alguien nos comparte su necesidad, lo primero que nos viene a la mente es “en esto no puedo hacer nada”, “eso escapa de mis manos”, “no tengo ni idea de lo que podría hacer”. Si nos quedamos ahí, la respuesta sólo podrá ser: “lo siento, no puedo”.
Sin embargo, la vida demuestra que muchas veces, cuando escuchamos con calma al otro, cuando tomamos en serio el problema del otro y empezamos a preguntarnos cómo encontrar una vía de ayuda, generalmente empiezan a aparecer pistas, y personas a las que podemos acudir, y vías que podemos explorar. Y muchas veces, ante nuestro propio asombro, alguna solución aparece.
Pero esto no es posible si el otro no me importa, no es posible si el problema del otro sigue siendo eso, “su problema”. Porque incluso en el caso de que lo único que podamos hacer sea escuchar con calma, ya eso será de muchísima ayuda.
Más allá de que en nuestras propias necesidades nos hayan podido ayudar o no, cuánto hemos agradecido percibir que aquel a quien acudimos tenía interés real en ayudarnos, aunque la solución no estaba en sus manos. Y cuánta rabia nos han dado esas personas a las cuales un día acudimos y, más allá de si podían o no ayudarnos, lo que nos transmitió su actitud fue: “tu problema ni me importa ni me interesa”.
Todos vamos por la vida con nuestros planes, proyectos, apuros y necesidades, y al igual que el Evangelio del buen samaritano, “el otro” necesitado aparece, surge, es encontrado. Lo que nos hace detenernos o seguir de largo no son, en realidad, nuestras cargas (porque hay personas a las que amamos que NUNCA dejaríamos sin ayudar). Lo que marca la diferencia es cuánto hemos aprendido a vivir agradeciendo las veces que fuimos ayudados, y cuánto hemos autorizado a nuestros ojos a ver, a nuestros oídos a escuchar y a nuestro corazón a armarse de compasión eficaz.
Aplicación a nuestra vida.
1.- Sin darnos cuenta, podemos estar viviendo un cristianismo teórico, donde conocemos al detalle los textos del Evangelio pero vivimos según nuestra comodidad o conveniencia. Si tuvieras que convencer a tu familia de que vives un cristianismo práctico, ¿qué ejemplos de tu vida cotidiana pondrías?
2.- Ante los problemas de los demás podemos tener compasión eficaz o lástima inútil. Evalúa las necesidades que has encontrado en otros en esta última semana. ¿Tu actitud ha sido más de compasión eficaz o de lástima inútil?
3.- Piensa en algún momento en el cual alguien te presentó un problema para el cual tú no tenías la solución pero, escuchándolo, lograste dirigirlo hacia una salida. Comparte esa experiencia.
4.- Piensa en al menos tres personas a las que estás muy agradecido porque hicieron suyos tus problemas y te ayudaron en situaciones difíciles, y haz una oración de acción de gracias a Dios por ellos.
Conclusión.
Como familia, pensarán en alguna persona o en otra familia que está atravesando una situación difícil, y entre todos se preguntarán qué podrían hacer para ayudar en algo a que esa situación se solucione o, al menos, mejore.
Después, tomados de la mano, rezarán juntos un Padre Nuestro y un Ave María.
Al finalizar, harán la señal de la cruz mientras uno, en nombre de todos, dice: “Que nos bendiga Dios Todopoderoso, Padre, Hijo, y Espíritu Santo”.
Amén.