A propósito del III Domingo de Pascua
- Padre Alberto Reyes Pías
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A propósito del III Domingo de Pascua.
Por el Padre Alberto Reyes Pías, Sacerdote cubano.
Textos: Hechos 5, 27-32.40-41 / Juan 21, 1-14.
Desde nuestro nacimiento vivimos en comunidad, en sociedad: familia, escuela, trabajo, amigos, vecinos, comunidades cristianas, prensa, radio, televisión, “redes sociales”…
En todas partes, cada persona, cada grupo y cada organismo social, opina, valora, juzga… y proclama y defiende sus criterios y puntos de vista; opiniones no sólo diversas sino divergentes, contradictorias. ¡Cuántas veces un simple comentario en redes sociales levanta una polémica gigantesca entre personas que se discuten la posesión de la verdad!
Porque el problema no es sólo que los criterios sean diferentes, cosa entendible, sino la fuerza agresiva con la cual personas y grupos sociales intentan que todo el mundo acepte sus criterios y viva según sus puntos de vista.
Y en este mundo de criterios diferentes y de “batallas de ideas”, mucha gente se pregunta hacia dónde mirar para orientar su vida.
Para los cristianos, Cristo es ese punto de referencia, ese criterio confiable que guía la toma de decisiones. ¿Por qué?, porque es el Hijo de Dios. Todos los demás: hombres y mujeres concretos, organismos, instituciones, gobiernos, Estados…, todos, sin excepción, son humanos y, por tanto, susceptibles de error, falibles. Cristo habla con la autoridad de Dios, y por eso, aunque su Evangelio pida actitudes aparentemente absurdas, ilógicas y contrarias al sentido común, podemos estar seguros de que lo que él pide es la verdad.
Porque puede parecer ilógico perdonar y optar por la paz cuando la violencia “resuelve” tantas cosas de modo más rápido; porque parece contrario al sentido común poner la otra mejilla o amar al enemigo; porque puede parecer absurdo “cargar” con un embarazo no deseado, o dar a luz a un niño con síndrome de Down, o acompañar hasta la muerte natural la lenta, dolorosa y complicada vida del enfermo terminal, o mantener la fidelidad matrimonial cuando hay otras tantas “ofertas”, o decidir no aprovecharse de las situaciones carenciales o de necesidad cuando es precisamente “la oportunidad” de hacer más dinero… Todo tan absurdo como echar las redes a plena luz del día.
Pero hay más. Apostar por el Evangelio de Jesucristo generará siempre posturas contrarias al poder, sea económico, político, social o mediático. Un cristiano será siempre incómodo para los que perpetúan situaciones de injusticia, para los que violan los derechos humanos, para los promotores de la cultura de la muerte, para los defensores de los ambientes dictatoriales que desde el poder, la presión y el chantaje, buscan imponer sus criterios y obligar a otros a aceptar sus condiciones y su visión de la realidad.
Aceptar a Cristo como criterio de verdad y punto de referencia será siempre una postura conflictiva y perseguida, porque la tendencia de este mundo nuestro no es realmente la aceptación y el respeto a la diferencia. Este mundo nuestro ha hecho de “la aceptación y el respeto a la diferencia” una bandera de ataque y de exclusión, un arma para silenciar y reprimir a aquellos que “no piensan como yo”, mucho más cuando aquellos que creen en la verdad del Evangelio “echan las redes” y predican abiertamente a Cristo como el Salvador.
San Pedro es claramente sereno ante el Sanedrín: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Este mundo seguirá siendo pluralmente contradictorio; gran parte de este mundo seguirá siempre obsesionado con la “lógica” del poder, del tener, del placer sin límites necesarios. Siempre habrá gente en este mundo dispuesta a enarbolar en una mano los criterios de tolerancia, inclusión, respeto y aceptación, con un imperceptible pero perenne añadido de “para mí y los míos”, mientras en la otra mano enarbolarán el puño cerrado y duro de la intolerancia y la exclusión.
Pero también en este mundo habrá siempre mucha gente dispuesta a buscar y defender el bien y la verdad. En este mundo habrá siempre mucha gente dispuesta a asumir la lógica “absurda” del servicio, del perdón, de la justicia, del amor, de la defensa de la vida; mucha gente que ante el poder pagano sabrá repetir, con palabras y con obras: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Aplicación a nuestra vida.
1.- Piensa en las veces en que te has sentido un “bicho raro” por tus posturas cristianas, las veces en las que has sido juzgado, criticado, condenado por tu actuar cristiano, ¿qué te ha dado fuerza para seguir viviendo públicamente el Evangelio?
2.- ¿Eres consciente de que, por muy “buena persona” que seas, si vives coherentemente el Evangelio, a la corta o a la larga resultarás incómodo para muchos? ¿Estás dispuesto a asumir esto? ¿Por qué?
3.- ¿Estás dispuesto a apostar por la lógica del Evangelio, que es muchas veces contraria a la “lógica” del mundo, a pesar de los precios que tengas que pagar? ¿Por qué te merecería la pena hacer esto’
Conclusión. Juntos, en familia, harán una oración pidiendo a Dios por todos aquellos que atacan la fe cristiana, y si alguno en la familia tiene nombres concretos y quiere compartirlo con los demás, lo hará y todos rezarán por esa persona. Después, siempre tomados de la mano, rezarán juntos un Padre Nuestro y un Ave María.
Al finalizar, harán la señal de la cruz mientras uno, en nombre de todos, dice: “Que nos bendiga Dios Todopoderoso, Padre, Hijo, y Espíritu Santo”.
Amén.