Inicio del tercer milenio
Al comienzo del nuevo siglo y del nuevo milenio nos enfrentamos a
profundos e incesantes cambios de escala mundial que afectan todos los
órdenes de la vida. La expansión de las nuevas tecnologías de la
información, la creciente globalización y el desarrollo de la
biotecnología son algunos de los hechos que conforman una realidad de
avances insospechados y de consecuentes oportunidades, pero a la vez una
realidad que presupone amenazas para el ser humano en su naturaleza
misma y que por lo tanto pone en riesgo la dignidad de la persona humana.
Así pues, de las nuevas invenciones científicas y tecnológicas
resultan también nuevas dimensiones en la experiencia humana, afectando
desde la relación de la pareja en su integración como fuente de la
familia hasta la vigencia del Estado nacional, que se mueve entre la
concentración en lo local y la formación de entidades internacionales,
convertido en una nueva especie de sociedad intermedia entre las
personas y grupos, por una parte, y por otra las fuerzas globalizadoras.
Estas novedades comparten escenario con antiguos problemas que hoy se
extienden más allá de las fronteras como la pobreza, la desigualdad y
la injusticia social, y con problemas más recientes como el deterioro
del medio ambiente, la institucionalización de la corrupción o el
consumismo exacerbado. Ello explica que de esta experiencia surja una
aspiración por alcanzar nuevas metas de equidad, y por vivir una
renovada espiritualidad.
La evolución de la política y la economía mundiales, apoyada en el
permanente desarrollo de las nuevas tecnologías, hace que los que un día
eran problemas locales, afecten hoy a todo el planeta, y los que un día
eran problemas distantes se introducen hoy en cada localidad.
La multiplicidad de culturas y de creencias desarrolladas en un marco
de libertad, contrastan con las posturas violentas e intolerantes que
intentan imponer sus ideas por la fuerza. No sólo la libertad y la
democracia, también la dignidad humana es víctima del terror y la
violencia. Hoy es más necesario que nunca defender la integridad de la
persona y el derecho a la vida como derechos absolutamente inalienables.
Los partidos miembros de la IDC hemos permanecido unidos por una
serie de valores fundamentales que siguen sustentando nuestra acción
política: la dignidad de la persona, la libertad y la responsabilidad
como eje; la solidaridad y la subsidiariedad, la justicia, el Estado de
derecho como instrumento; y la democracia como objetivo. La lucha contra
el terrorismo será prioridad absoluta en nuestra acción política en
defensa de esos valores.
Nuestro concepto de Persona
Contemplamos a la persona como el sujeto y no como el objeto de la
historia. Contemplamos a cada hombre y a cada mujer como un ser humano
único, irremplazable y absolutamente irreducible, libre por naturaleza
y abierto a la trascendencia. Cada ser humano depende de otros en el
seno de la sociedad. Porque son libres, responsables e interdependientes,
las personas deben tomar parte en la construcción de la sociedad. Para
muchos de nosotros, lo que subyace tras este compromiso, es la creencia
de que todos estamos llamados a contribuir al trabajo de Dios de creación
y libertad. La libertad es inherente a la naturaleza profunda del
hombre. Significa que cada individuo tiene el derecho y la obligación
de ser plenamente responsable por sí mismo y por sus actos y compartir
esta responsabilidad de cara a sus congéneres y a la Creación. De
acuerdo con nuestro concepto de Hombre, afirmamos que todos los hombres
y todas las mujeres tienen la misma dignidad y son iguales por
naturaleza.
Nueva etapa de la IDC
Demócrata Cristiana, Centrista, Humanista y Reformista, la IDC
entiende necesaria la renovación de nuestras metas y nuestros
procedimientos, para adaptarlos a las circunstancias históricas en que
vivimos, desde la seguridad de los principios y valores universales que
han inspirado hasta hoy nuestro proyecto y nuestra acción política:la
eminente dignidad de la persona humana, la libertad y la responsabilidad,
la igualdad fundamental, la justicia y la solidaridad.
La IDC no puede quedarse estancada ante el temor del cambio, no puede
ir a remolque de las circunstancias sino que debe ser,en sí misma,
agente de cambio, ir a la vanguardia de las circunstancias y con ello
ser fuerza propulsora del progreso. Estamos decididos a anticipar el
futuro, a ser capaces de elaborar propuestas políticas viables y rápidas,
para aprovechar en toda su amplitud las oportunidades que los nuevos
tiempos nos ofrecen. No nos limitamos a adaptarnos a los cambios, la IDC
esta preparada para innovar gracias a la seguridad en nuestra propia
identidad.
Globalización y mundialización
Consciente de este nuevo escenario mundial, la IDC hace una aportación
esencial al distinguir entre globalización y mundialización. Es
necesario promover soluciones humanas para los problemas globales, de
modo que los afrontemos con un planteamiento abierto, dinámico y de
reforma y desde una ética humanista de responsabilidad mundial.
Por ello la importancia de la distinción señalada: la IDC entiende
que existe la globalización, con su decisivo componente técnico y económico,
y que ésta es claramente incompleta si no incluye a la mundialización,
que frente a la cuestión económica privilegia la dimensión humana y
ética de todo el proceso. La globalización no es una opción
rechazable o un destino ineludible, sino el resultado de los pasos dados
hasta ahora por el progreso de la humanidad. La mundialización responde
al hecho de que las personas vivimos en un mundo interdependiente, en el
que todos compartimos una misma responsabilidad y un mismo destino
universal.
En la IDC propugnamos una gestión responsable y humana de la
mundialización que, desde los cimientos de la democratización, el
Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos, permita el
desarrollo sostenible de sociedades abiertas, dinámicas, prósperas y
libres fundadas en el respeto a la dignidad de todo ser humano.
La IDC cree que sobre la base del principio de subsidiaridad, y a
través de una amplia cooperación internacional, debería desarrollarse
una estrategia sobre la definición de la responsabilidad entre los
estados nacionales y la sociedad internacional sobre cómo fortalecer
las tareas de protección de los derechos humanos.
La mundialización debe propiciar un desarrollo más equilibrado de
todos los pueblos del planeta, favoreciendo prioritariamente a aquellos
que se hayan en estadios menos avanzados en su economía; las prácticas
proteccionistas más o menos encubiertas, que burlan o violan
abiertamente el espíritu de apertura, deben ser abolidas y reemplazadas
por otras que propicien el intercambio libre de barreras
discriminatorias.
Las migraciones desde los países pobres hacia los ricos son un fenómeno
de nuestro tiempo, por lo que debe ser entendido en este contexto. Los
migrantes constituyen un aporte de trabajo y de intercambio cultural que
enriquecen tanto a quienes los aportan como a quienes los reciben. La
IDC promoverá acuerdos intergubernamentales para proteger los derechos
humanos de los migrantes, y para activar políticas de control de
inmigración que incluyan la cooperación política y económica con los
países de origen y la lucha contra la inmigración ilegal. Es necesario
un enfoque transparente y planificado de la inmigración y de la
integración teniendo en cuenta la capacidad de los Estados para acoger
e integrar inmigrantes.
Sociedad abierta
Una sociedad con éxito es una sociedad que da oportunidades a sus
ciudadanos y promueve sus capacidades en un clima de igualdad. En ella
los ciudadanos pueden pensar libremente, trabajar, desarrollarse,
ejercer su iniciativa y su esfuerzo, dándole a eso no solamente un
sentido individual sino un sentido al servicio de los intereses comunes.
Queremos sociedades dinámicas, flexibles, valientes, sin miedo al
futuro, dispuestas a reformar sus estructuras sociales y económicas
ante las nuevas realidades, que garanticen la participación, la equidad
y el respeto a las generaciones futuras, tanto desde una óptica
medioambiental como a la hora de tratar la sostenibilidad financiera de
los modelos de bienestar. Sociedades que muestren activamente su
disposición a profundizar y perfeccionar el sistema democrático de
gobierno para incrementar su representatividad y transparencia.
Estado de Derecho
El imperio de la ley justa, la total independencia del Poder
Judicial, la transparencia y la democratización de la actividad pública,
una mayor presencia de una sociedad civil dinámica y bien preparada y
la integración de las minorías, son requisitos fundamentales para la
prosperidad futura de cualquier país.
La educación en la sociedad de la información y el conocimiento
La IDC considera a la persona el centro de su acción política, por
ello entendemos prioritario proporcionar a toda persona la mayor
cantidad y calidad de oportunidades de educación y de capacitación que
le permitan mejorar su nivel de vida en el contexto de la sociedad del
conocimiento. El derecho a la educación es la clave del progreso.
La educación es el único instrumento capaz de transmitir además de
conocimientos, el conjunto de valores que dotan a cada persona de la
capacidad para trazar sus propias metas personales, valores como el
sentido del esfuerzo, de la responsabilidad por los propios actos, el afán
de superación personal o el respeto por las normas de convivencia. Es
desde esos valores, desde esos conocimientos, como se construye una
sociedad capaz de progresar.
La sociedad de la información y el conocimiento ofrece nuevas
oportunidades. La IDC apuesta por la introducción de una sociedad del
conocimiento en la que la educación, la formación y las nuevas
tecnologías sean fuente de igualdad de oportunidades para todos, al
margen de cuestiones de raza, sexo, creencia, religión o preferencia
política.
La IDC subraya la importancia de una justa distribución de la
tecnología para dar a los países la oportunidad de usar la tecnología
como un instrumento para alcanzar el desarrollo sostenible, y promueve
decididamente el esfuerzo en el aprendizaje y desarrollo de las nuevas
tecnologías de la información. Aquí reside un concepto integral de
democratización, que abarca todos los órdenes de la vida más allá de
un sentido exclusivamente electoral. El acceso de toda persona al
conocimiento, a la información y a las nuevas tecnologías es el reto
de la democracia en el umbral del siglo XXI.
Es necesario realizar un esfuerzo coordinado por parte de los círculos
políticos, financieros, culturales y académicos para afrontar con éxito
el desafío de las nuevas tecnologías.
La lucha contra la pobreza
Reconocemos en la pobreza, un flagelo que afecta a una parte muy
significativa de la humanidad, que violenta nuestras conciencias, que
constituye un serio obstáculo para el desarrollo, y que exige nuestro
decidido compromiso para cambiar esta situación, como una prioridad
central de nuestras acciones en todos los niveles y ámbitos.
La Comunidad Internacional tiene que favorecer las políticas de
cooperación al desarrollo que permitan el acceso de los países en vías
de desarrollo a mayores cuotas de bienestar social y desarrollo humano.
Un desarrollo más equitativo favorecerá la paz, la seguridad y la
estabilidad en el mundo.
El trabajo como fundamento de la política social
La IDC está convencida de que la mejor política socialen la lucha
contra la pobreza y la exclusión es la que se orienta a la creación de
fuentes de trabajo. El trabajo es más que una forma de asegurar una
existencia material; es un factor decisivo para la realización personal
y proporciona la oportunidad de participar en la construcción de la
sociedad. Sin embargo, es la sociedad la que crea trabajos, no los
gobiernos, aunque sus políticas sean indispensables para establecer las
condiciones óptimas de su creación.
Política económica
Una orientación positiva, de apertura y mayor participación social,
de reformas económicas que fomenten libertades económicas con
responsabilidad social, de saneamiento y transparencia en la
administración pública y de estabilidad económica son las bases para
crear países prósperos, estables y con posibilidades de crecimiento
económico sostenido, capaz de generar puestos de trabajo.
La apertura de mercados por todo el mundo es una fuente de nueva
riqueza. La apertura del comercio mundial proporciona una oportunidad
para el empleo y una mayor prosperidad. Nuestro enfoque ha de reconocer
que la interdependencia global tiene consecuencias humanas y sociales
además de económicas y debemos hacer todo lo posible para asegurar que
la riqueza generada sea compartida por todos. La progresiva apertura de
la economía a una competencia libre y justa permite que el crecimiento
equitativo a nivel mundial sea un objetivo realizable. Ninguna economía
puede ser próspera en el tiempo si no distribuye sus beneficios y si no
está rodeada de la necesaria estabilidad política y normalidad democrática
e institucional.
Favorecemos aquéllas reformas estructurales que hacen a los países
más eficientes. Mejoran la oferta de productos, de bienes, de servicios;
hacen que la sociedad tenga más oportunidades.
Sólo las economías fuertes, donde todos los agentes sociales asuman
su parte de responsabilidad pueden garantizar el desarrollo de sus
sociedades y de las personas que la integran.
Un desarrollo sostenible
El respeto a la persona humana que profesamos, está indisolublemente
acompañado de nuestra defensa y promoción del medio ambiente. El
desarrollo sostenible que impulsamos requiere la compatibilización del
desarrollo humano con el respeto al medio ambiente y la preservación de
los recursos naturales atendiendo al desarrollo del presente sin
perjudicar a las futuras generaciones que habrán de sucedernos en la
ocupación y administración del planeta.
Sociedad de bienestar
Queremos una sociedad de bienestar sustentada en los siguientes
principios de orden social: el bien común, la igualdad, la libertad, la
solidaridad, la responsabilidad, y la subsidiariedad. Es función de los
gobiernos crear las condiciones necesarias mediante las cuales las
personas puedan disfrutar de su libertad, solidaridad y responsabilidad
en una base de igualdad. Ello implica un respeto, no sólo de los
derechos civiles y políticos, sino de las precondiciones económicas y
sociales para una vida digna. Es necesario, por tanto, el desarrollo de
políticas de salud pública y de seguridad social que abarquen, en la
diversidad de sus servicios y ofertas, a la totalidad de la población.
Debe asegurarse la calidad de estos servicios así como la
sostenibilidad del sistema, salvaguardando, de esta forma, las
oportunidades de las generaciones futuras.
Creemos en la familia
Creemos en la familia como núcleo de la sociedad, como referente de
la vida en comunidad y base de las relaciones interpersonales. La
familia es el marco en el que educar nuestra libertad individual para
poder proyectarla de forma justa y solidaria hacia el ámbito colectivo.
Desde esta visión, los centristas demócrata cristianos y populares
deben situarse a la vanguardia de la promoción de condiciones que
garanticen la prevención y erradicación de situaciones de violencia
doméstica, así como la natural conciliación entre la vida familiar y
laboral.
Una sociedad con equidad de género
La sociedad a la que aspiramos requiere de equidad entre hombres y
mujeres, que ha de realizarse desde el núcleo familiar hasta el ámbito
público. Tenemos que reconocer que aún siendo una exigencia formal de
nuestras legislaciones, la igualdad entre hombres y mujeres dista hoy,
lamentablemente, de ser realidad. Por ello, aceptamos el compromiso de
implementar las acciones necesarias para que mujeres y hombres
participen efectivamente como sujetos activos del desarrollo bajo los
principios de equidad y solidaridad social.
Una sociedad, un gobierno en el que participen de manera equitativa
en la toma de decisiones mujeres y hombres, es garantía de una visión
humanista.
Democratización en el ámbito internacional y local
Para que la globalización sea mundialización, se requiere impulsar
el establecimiento, perfeccionamiento y donde sea necesario, la
profundización de la democracia en el ámbito internacional y local.
Por eso desde la IDC fomentamos una mayor participación democrática,
no solo a nivel local sino también a nivel mundial, en instituciones
internacionales y organizaciones multilaterales. En este sentido, la IDC
valora positivamente los procesos de integración regional en la medida
en que salvaguardan el pluralismo dentro de la mundialización.
Por la paz
Un mundo mejor es, sin duda, un mundo más pacífico. Un mundo mejor
no puede estar basado en la hegemonía, en el equilibrio de poderes ni
en la disuasión sino en el diálogo y la cooperación. La paz esta
basada en el respeto a la dignidad humana, a la democracia y a la
justicia. Hoy, muy en especial, la realidad nos obliga a señalar al
terrorismo como una de las más graves amenazas para la paz mundial.
Apoyamos firmemente la cooperación internacional en la lucha contra la
criminalidad que rebasa las fronteras y reprobamos toda forma de
violencia, crimen organizado, mafia o terrorismo y, en general cualquier
actividad que ponga en peligro la convivencia pacifica y democrática de
una sociedad, cercenando sus posibilidades de desarrollo individual y
colectivo.
Los acontecimientos del 11 de septiembre deben suponer un estímulo
para que se produzca un avance decidido en todos los ámbitos de
cooperación, y muy especialmente en lo que se refiere a áreas como
justicia, inteligencia, y seguridad común y estimulando la paz y la
armonía entre los diversos pueblos del mundo, en el mutuo respeto de
sus creencias, sus culturas y sus intereses nacionales.
Estos lamentables acontecimientos marcan también una oportunidad
histórica única para que los que creemos en la democracia y el Estado
de Derecho, coordinemos políticas que permitan impedir la existencia de
los grupos o Estados que toleren o promuevan el terrorismo originado en
cualquier pretexto, y detectar y eliminar sus fuentes de financiación.
En el mundo después del 11 de septiembre no debe haber espacio alguno
para la violencia, el terror, el tráfico de drogas o el crimen
internacional.
Creemos que ha llegado el tiempo de abrir el diálogo entre
civilizaciones en el sentido apuntado por Naciones Unidas, con miras a
establecer vínculos equitativos de reciprocidad entre las
civilizaciones. El entendimiento entre las culturas y los pueblos es la
única base para una paz duradera. Promoveremos programas de tipo
cultural, sobre todo enfocados a los más jóvenes en el mundo, que
difundieran temas de reconciliación y cooperación entre las culturas.
Si hay rencores históricos que aún permanecen, arrojemos luz sobre
ellos, para que sean por fin superados a través de la razón, el debate
y el compromiso.
Renovación y compromiso
La IDC está convencida de la universalidad de su mensaje. Un mensaje
coherente e integrador que basado en la moderación, en el diálogo y en
el consenso, representa la gran esperanza para encontrar nuevas vías de
acción política. Desde los valores humanistas que siempre nos han
inspirado: la libertad, la solidaridad, la equidad, la responsabilidad y
la justicia, la IDC considera a la persona humana como la protagonista
principal y eje definitivo de su proyecto político.
La Internacional Demócrata Cristiana e Internacional Demócrata
Centrista afronta el siglo XXI con un gran proyecto de paz y prosperidad.
Es nuestro compromiso practicar un nuevo estilo de acción política que
responda a las nuevas necesidades y a nuestras aspiraciones, promoviendo
sociedades eficientes, competitivas y solidarias que tengan como
fundamento el diálogo social. Donde la noción de equidad cruce todas
las políticas públicas y comprenda, tanto por deber ético como por
imperativo político, la lucha contra la pobreza, la igualdad de
oportunidades, las mejoras en la distribución del ingreso y la calidad
de vida de la población. Un nuevo estilo de acción política que basándose
en los valores humanistas que inspiran nuestro proyecto, los adapta a la
nueva realidad del presente para poder así, anticipar un esperanzador
futuro común. Un nuevo estilo de acción política que ofrece
soluciones comprometidas para que cada persona alcance su destino
material, intelectual y espiritual.
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