El campeonato de Rubiales

El campeonato de Rubiales

7 months 4 weeks ago
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El triunfo del equipo femenino español de futbol cumplió un anhelo largamente esperado al ganar su primera Copa Mundial. España, con solo tres clasificaciones nunca había superado los octavos de final hasta la proeza lograda ante Inglaterra en el estadio Australia en Sídney el pasado 20 de agosto. Pero un hecho ajeno a esa faena habría de eclipsar en pocas horas la hazaña de las futbolistas ibéricas. El beso de Luis Rubiales, presidente de la Federación de futbol española, a la jugadora Jenni Hermoso en una explosión incontenible de euforia, se convirtió en un gesto viral que pasó a ocupar los titulares haciendo una mala pasada al directivo y en definitiva al cuadro ganador. Minutos antes ya se había producido otra imagen generada por el mismo actor llevando la mano a sus entrepiernas en el momento en que España anotaba el gol que le garantizaba el trofeo. A su lado la Reina Letizia y la Infanta Sofía. Pero, aunque comentado, ese hecho no sería el causante de la caída en desgracia del expresivo Rubiales.  

El beso en cuestión dio la oportunidad dorada a las voces inquisitoriales del feminismo radical que no perdieron un minuto para marcar con dedo acusador una agresión sexual para ellos evidente y condenable. Lo hicieron en menos tiempo que el empleado por Olga Carmona para encajar el gol de la victoria en la portería contraria. Un caso, que al decir del secretario de estado español para deportes José Manuel Franco, se convertía en el Mee Too del futbol de su país. Otras opiniones señalaban con certeza como el asunto del “piquito” no autorizado dejaba en un segundo o tercer plano, la situación política de gobernabilidad en que se encuentra la nación española tras las pasadas elecciones. Y no es incierto que desde que trascendieron los hechos, acusaciones, justificaciones, demostraciones de videos que parecían aportar un testimonio contradictorio para los que afirmaba el abuso sexual y mea culpas relacionados, los espacios noticiosos dedicaron la mayor parte de su informativo a cubrir y dimensionar el episodio. Desde un punto de vista personal choca que no fuera precisamente el gesto obsceno de Rubiales de tocarse el área de sus genitales, algo por lo que se disculpó posteriormente, el que haya desatado las iras de los defensores del feminismo a ultranza. Me pregunto si en ese caso tuvo que ver que las féminas “agredidas” eran la Reina y su hija, miembros de una realeza que no ven con buenos ojos estos extremistas (me niego llamarles de izquierda). Pero igual la motivación para el rechazo al gesto ofensivo de macho ibérico en plena demostración de prepotencia masculina pudo haber sido esgrimido en desagravio a millones de espectadores, mujeres y hombres, de diferentes partes del mundo que seguían el encuentro. 

Los cuestionamientos provocados por las imágenes grabadas en el autobús donde viajaban las deportistas de regreso al hotel tras la premiación, con una presunta agredida mostrando sonriente las instantáneas del famoso beso compartido en las redes, o el corro de las jugadoras a un Rubiales más contenido que pasaba entre ellas ante los clamores divertidos de “Presi” y demandas de otro “besi”, apenas sirvieron para cambiar el curso de los acontecimientos. Ya el daño estaba hecho. Aquel video no demostraba nada, argumentaban acusadores y medios a su servicio, ante el asombro de los que veían la situación y en paralelo tenían que escuchar que lo visto no era lo que creían. Mayor manipulación ni en las dictaduras de referencia. La suerte de Rubiales estaba echada, y quedó demostrado tras su intervención en la Asamblea General de la real Federación Española de Futbol, donde el acusado negaba los argumentos en su contra y afirmaba su determinación de no dimitir, entre aplausos de la mayoría de los concurrentes. Hombres y mujeres. Todes y todas. Ya se encargaría la porra y los medios a su disposición de retratar a los componentes masculinos del grupo de entusiastas. Amén de que Rubiales tuvo que renunciar, lo ocurrido al concluir aquella reunión dejó un sabor amargo con las imágenes del entrenador Luis de la Fuente, uno de los aplaudidores del discurso, haciendo una inculpación bochornosa que recuerda escenas semejantes en escenografías compuestas por tramoyas de miedo y la sobreactuación de los que reconocían errores para evitar castigos y ostracismos. De la Fuente compareció públicamente para dar cuenta del “error humano” cometido por un aplauso del que se arrepintió una y otra vez, argumentando que lo había hecho porque estaba en shock después de escuchar la reacción del condenado. Explicable cuando esto ocurre en una dictadura, pero lamentable si se verifica en un sistema que se autoproclama democrático. Peor le fue a Jorge Vilda, director técnico del equipo que se alzó con la Copa, y que también cometió el delito de aplaudir a Rubiales. Es de señalar que Montse Tomé, la que le sustituye en el puesto, participó del aplauso repudiable, pero en su caso no fue impedimento para que ocupara el sitio del técnico defenestrado.  No han sido las únicas muestras preocupantes de esta operación. Los productores del programa Máster Chef Celebry pidieron disculpas públicas por un comentario chistoso hecho durante la presentación de la nueva temporada de celebridades, acerca de besos escenificados en ediciones anteriores del programa. Aunque se refería al que diera la actriz Anabel López a Jordi Cruz, también pudiera incluirse aquel ósculo sorpresivo de Tamara Falcó a Jordi que hizo enrojecer notoriamente al tímido chef. ¿Puede considerarse aquel beso de inapropiado, agresivo o condenable? Simplemente pasó como una anécdota más, como debe ser. 

Pero las cosas han ido más allá del terreno nacional y la acción del besucón Rubiales ha sido motivo de condenas y análisis profundos en las principales agencias de prensa del mundo occidental. Sobre ello se han pronunciado personalidades de todo tipo, en particular políticas. Destaca la condena de Annalena Baerbock, ministra de exteriores alemana, quien como si no tuviera cosas mas importantes sobre las que pronunciarse en su país, metió la cuchareta en este asunto. Esta señora, la misma que dijo aquello de que Putin había dado un giro de 360 grado en su política y que ante el estupor de los periodistas que la escuchaban lejos de rectificarse se mantuvo en el disparate, como en tantos que en Alemania le señalan, acudió a la comparación infeliz del hipotético caso de Angela Merkel besando a Philipp Lahm cuando aquel ganó el campeonato del 2014. ¿Y si así hubiera ocurrido? ¿En verdad habría sido condenada la Merkel? ¿Y si el beso de la Hermoso hubiera tenido como coprotagonista otra mujer? ¿Sería considerado de inadecuado o digno de condenar como una agresión sexual? 

Hace muchos años mi madre me contaba una anécdota simpática ocurrida en La Habana de los cincuenta cuando durante una presentación en la capital cubana, Lucho Gatica fue prácticamente arrollado por un grupo de fanáticas. El cantante chileno salió maltrecho de aquella tumultuosa demostración de afecto femenino que arrasó con los botones de su camisa y pantalón. Algo que hizo que Gatica hiciera unas declaraciones por las que posteriormente tendría que disculparse. Episodios de ese tipo abundan en las crónicas de la prensa del corazón. Por citar algunas Daddy Yanqui y Miguel Bosé estuvieron a punto de perder el lóbulo de una de sus orejas por mordidas de fans demasiado efusivas. Pero a nadie se le ocurrió tildar estos casos de agresiones sexuales y mucho menos crear una maquinaria para condenarlas, más allá de manifestar la justa critica por la desmesura de los actos y el daño causado. 

Al final Jenni Hermoso terminó por llevar la denuncia contra Rubiales en la fiscalía como ya habían insistido los imperativos de la turba de fiscales sin toga. De esta amanera se avecina un proceso que puede conllevar hasta penas de prisión para el acusado, por la misma ley que ha dejado a decenas de violadores liberados de sus condenas y que ahora andan libres gracias a esa misma legislación que se aplicaría por el beso inapropiado. Tal vez una salida para que Rubiales eluda la posible condena judicial seria precisamente que declarara su percepción femenina y acogerse al cambio de género. 

¿Es el asunto del beso el pecado mayor por el que debió ser sometido Rubiales a la crítica y hasta remoción de su puesto? Un artículo sobre los escándalos relacionados con el personaje de esta saga publicado en la página deportiva El Correo recoge quince entre los que se señalan despidos inapropiados, guerras internas de cargos, sueldos fijos a colegas territoriales, polémica de 24 millones por la supercopa concedida a Arabia Saudí, el oscuro caso Negreira, fiestas privadas con chicas y super cobro de sueldos. Pero nada de esto es lo que inhabilitó a Rubiales para llegar al momento del “piquito” de oro.  Y al final de lo que menos se habla es del campeonato ganado con tanta voluntad y pasión por las deportistas españolas. Un detalle sobre el que se pronunció en una entrevista la arquera del equipo Catalina Coll al quejarse de que la gente ya no la para en las calles para felicitarla o hablar del triunfo sino para tocar el enojoso asunto. Y si esto fuera poco hasta en el escenario donde se verificó la memorable final también cobra protagonismo el problema, con la solicitud de la fiscalía española de consultar a las autoridades australianas si en aquel país la acción de Rubiales constituye un delito. Al final es la noticia que ha quedado como sello de identidad para el campeonato de futbol femenino 2023 y es muy probable que en el futuro cuando se acuda a la rememoración del evento la narrativa lo describa como la Copa del Beso de Rubiales. 
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