¿Quién da más?

¿Quién da más?

10 months 2 weeks ago
#12974
Junto a tres grandes amigos ya desaparecidos –Gustavo “El Coronel”, Rodríguez Pulido, Francisco “Paco” Talavera y Fabián Chirinos–, personas excepcionales, fui a numerosas subastas de automóviles, razón por la cual, cuando pensé en el título de esta columna, expresión muy propia de las pujas, los evoqué una vez más.

Ellos compartían la idea de que el totalitarismo castrista era una canallada que no conocía fronteras morales. Un alegato que se reitera con la entrega al mandarín del comunismo capitalista chino, Xi Jinping, de partes del territorio nacional; tal y como hiciera en el pasado al rentar predios a la Unión Soviética, para que construyera bases como la de Lourdes para actividades de espionaje, además de facilitarle otras aéreas del país que lo pusieron al borde de la destrucción total.

En esta nueva entrega del totalitarismo castrista, que una vez más amenaza los derechos de todos, hay varios responsables, algunos de ellos con clara vocación suicida. Como ocurre con esos isleños que siguen bregando a favor de la dictadura que los oprime, incluidos aquellos que debieron abandonar el país en el que nacieron para tener una mejor vida.

Desgraciadamente son muchos los fiadores. Primero la nomenclatura del régimen de la Isla, encabezada por el sátrapa Miguel Díaz-Canel, sumada a la estulticia de la clase política estadounidense y latinoamericana que guardan silencio cómplice ante el expansionismo del imperialismo chino en el hemisferio. Y por supuesto, diferentes gobiernos de Estados Unidos que, con su estrategia, “barato hoy, sin importar los derechos de mañana” no dejan de hacer concesiones a Pekín.

Lo que representa el Gobierno chino en la actualidad es una amenaza seria para los gobiernos democráticos, mucho más de lo que nunca fue la Unión Soviética con sus misiles nucleares.
La voracidad hegemónica de los mandarines ha engañado a incontables personas y es preciso no callar ante sus gestiones, menos todavía, hacerle carantoñas, o tendremos que decir lo del coronel danés cuando los nazis ocuparon Dinamarca en menos de 24 horas, “tal parece que los invitamos”.

Desgraciadamente no podemos dejar de escribir de los hermanos Castro y su penosa secuela, el castrismo, los dos, y sus muchos cómplices, construyeron un régimen totalitario, por demás, militarizado como pocos han existido. El control que ejercen sobre la sociedad cubana puede catalogarse de absoluto. Han sido verdaderos dueños de vidas y hacienda. Nunca han rendido cuentas de su gestión, a pesar de un imaginario poder legislativo y leyes que simplemente reproducían sus voluntades.

Ellos, aparte de contar con la complicidad de un sector del pueblo cubano, también han disfrutado de la colaboración de factores internacionales que incomprensiblemente se ponen la soga al cuello para que sus enemigos cierren el nudo, especialmente en Estados Unidos, el objetivo principal a destruir por el castrismo.

En esta nación no faltan funcionarios que obvian la cooperación de La Habana con Putin y su respaldo a la invasión a Ucrania. Las relaciones estrechas del régimen de la Isla con países enemigos de lo que simboliza Washington, entre ellos, China, Irán y Corea del Norte, no obstaculizan el interés de estos individuos de asistir a un sistema que ha victimizado a su pueblo. Estos sujetos consideran que salvar la dictadura insular, es una prioridad.

No caben dudas que, en el imaginario de esas personas, con independencia de la frontera en que se encuentren y la posición que ocupen en la sociedad, la conducta del régimen cubano de confrontar a un país poderoso tiene un encanto especial, sin entender, que esa enemistad no es ideológica y menos reivindicativa, sino que La Habana de Fidel, Raúl y Díaz Canel, tiene una visión imperialista del poder que choca frontalmente con la de Estados Unidos, raíz de la sempiterna enemistad.

El totalitarismo cubano es hegemónico y controlador, una condición que le impele, mientras exista, a enfrentar a Estados Unidos. Sin embargo, su proverbial ineficiencia lo hace parásito de otros poderes, lo que determinará por siempre su condición de lacayo del mejor postor, en este caso China.

Los Castro y sus acólitos, desde los tiempos insurreccionales, buscaron el poder en su versión imperial. La autoridad temporal para ellos no tiene sentido, tienen una visión teocrática del mando: absoluta y de por vida.
 
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