También en La Habana padecemos los “apagones”

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Los comunistas están conscientes de una cosa: una explosión de descontento ciudadano en la capital entraña para ellos un peligro mayor que si se produce en una ciudad del interior del país

Este jueves, una amena crónica de autor anónimo publicada en este mismo diario digital nos informa sobre un tema sensible, que aparece reflejado con precisión y elocuencia en su título: “El martirio de los apagones en Cuba”. Aunque datado en La Habana, el trabajo periodístico se centra en los padecimientos de nuestros compatriotas residentes en la ciudad de Holguín.

En este asunto del servicio eléctrico, los comunistas, ineptos y torpes, pero siempre arteros, actúan igual que lo hacen con el tema de los suministros de alimentos: tratan a esta capital un poquito mejor (“menos mal”, si utilizáramos el lenguaje de manera más precisa) que a las mayores ciudades del interior de la República (como la misma Holguín); a estas, a su vez, mejor que —digamos— a Gibara, y así sucesivamente.

Es que, en su cazurrería, ellos están conscientes de una cosa: una explosión de descontento ciudadano que tenga como escenario La Habana entraña para ellos un peligro netamente mayor que otra en una ciudad grande del interior; por lo que prefieren lidiar con un disturbio en una cabecera municipal, y así de mayor a menor.

Parafraseando a Dante, debemos reconocer que, en esta desdichada Antilla, sumida en un escenario infernal, los capitalinos habitamos el “primer círculo” del averno (insisto: el menos malo), mientras que a los holguineros los supongo instalados en el segundo. Otros poblados menores (como el de Mir, del que en fechas recientes he leído noticias sobrecogedoras, y que radica en la misma provincia de Holguín) tendrán la desdicha de ocupar el quinto o el sexto círculo.

Volviendo a los apagones, su permanente presencia entre los cubanos de la Isla se ve reforzada por una sección fija consagrada a ellos dentro del Noticiero Nacional de Televisión. En ella se informa sobre las capacidades disponibles en el Sistema Eléctrico Nacional, las mayores o menores posibilidades de que se produzcan cortes en el suministro del fluido y otras incidencias relacionadas con el tema.

Esa práctica demuestra de modo irrefutable que la Cuba castrista no es un país normal. En cualquiera de estos, la experiencia cotidiana es que el suministro eléctrico es constante y confiable; la noticia (en las raras ocasiones en que tal cosa sucede) es que se produzca una interrupción. Así pasaba en Cuba en la etapa prerrevolucionaria, que el pueblo, de manera sarcástica, ha bautizado como “la Época de los Malos”.

Los castrocomunistas, al reservar varios minutos de cada noticiario a la “Situación eléctrica en contexto”, lo que desean es incrustar en el cerebro de cada cubano una idea fija cuyo solo enunciado representa una monumental manipulación: “los apagones son un fenómeno normal”. Sucede con esto como con las “telepantallas” del genial George Orwell, consagradas a instilar en sus súbditos las ideas del “Hermano Mayor” (tradicionalmente traducido —de manera errónea, creo— como “Gran Hermano”).

De paso, la exposición cotidiana sobre las calamidades experimentadas en el sistema eléctrico cumple otra función: convencer a los súbditos de la inmensa preocupación que embarga a los grandes jefes por regularizar el suministro eléctrico y eliminar los apagones. Se trata de otra mentira más, pero nunca falta algún verraco (ya pocos, por suerte) que crea esa nueva falsedad de la propaganda comunista.

Aunque en la zona del Vedado habanero en la que resido no son frecuentes ni prolongados los apagones, me he animado a abordar el tema por una lamentable experiencia que mi familia y yo sufrimos entre miércoles y jueves. En este caso no se trató de uno de los famosos “apagones programados”, sino de una interrupción inesperada del servicio.

El día 20, alrededor de la una de la tarde, me encontraba disfrutando por televisión el juego de la Champions League entre el equipo de mis amores y gran líder de esa competición, el Real Madrid, y el Unión Berlín. Cuando había pasado poco más de un cuarto de hora del comienzo, se fue la corriente eléctrica.

Según supimos después, el corte se debió a un corto circuito que se produjo en la mueblería “Dujo”, enclavada en mi misma manzana. Se trata de un comercio exclusivo destinado a clientes de elevados ingresos. Desde su inauguración, los vecinos vinculan su instalación y su presencia en el barrio al nombre de Mariela Castro, hija del “Líder Histórico de la Revolución”.

Se llamó a la Empresa Eléctrica. Tras lograr comunicar (después de oír varias veces la señal de “ocupado”) y escuchar durante minutos números del cuarteto Abba), pudimos hablar con una operadora de voz cansada y notable ignorancia (después de haberle dicho que llamábamos desde el Vedado y darle la dirección exacta, preguntó en qué municipio vivíamos).

La “explicación” (algún nombre hay que darle) es que había un solo carro de reparaciones disponible para tres municipios. ¿Sería eso verdad? ¿Contaba ese solitario medio de transporte con el combustible necesario o en realidad estaba inmovilizado? ¿Sus empleados permanecían activos durante todo el día y la noche o recesaban durante esta última?

El hecho cierto es que nuestro apagón no alcanzó las 24 horas, pero casi: tras permanecer sin fluido eléctrico durante unas 23, al fin se dignó aparecer en nuestra cuadra el dichoso camión de reparaciones. Uno de los trabajadores, empleando la larga pértiga destinada a ese fin, volvió a conectar el gran fusible o interruptor (conocido en lenguaje coloquial, al menos en La Habana, como “caballito”) que se dispara al producirse un corto circuito.

Se trata de una acción que dura pocos segundos. El equivalente de un hijo de vecino que accionara en su casa un interruptor. Se hizo la luz. Y algunos verracos no dejaron de lanzar la tonta exclamación, mezcla curiosa de alegría, satisfacción y entusiasmo, que a veces se escucha en tales circunstancias: “¡Eeeeh!”. Pero, como resultaba inevitable, quedaron las lógicas dudas.

¿Es cierto que, debido a la situación catastrófica del país, existe un solo camión para las reparaciones? ¿La insólita demora se debe realmente a esa carencia de medios y personal o se trata de un simple pretexto? ¿Será que la Empresa Eléctrica aprovecha ese tipo de accidentes para prolongar de modo indebido el apagón que se inició de manera no deliberada, sino accidental?

Se trata de otro ejemplo más que nos demuestra una cosa: con estos comunistas conviene que apliquemos de modo sistemático y constante el principio contenido en el sabio refrán: “Piensa mal y acertarás”.

Tomado de: Cubanet

Enlace al original: Cubanet

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