Aún el amor todo lo espera

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La Iglesia Católica de Cuba ha sobrevivido a la represión desde 1959 y ha logrado abrirse espacios en muy difíciles condiciones

Como “uno de los momentos más difíciles de la historia patria”, probablemente “la crisis más grave de los últimos decenios”, la Iglesia Católica de Cuba calificó, en su plan pastoral más reciente, el período de continuidad.

Dicho documento me ha traído a la memoria la certera carta pastoral “El amor todo lo espera”, emitida en septiembre de 1993, a comienzos del Período Especial. Esta última es un enjundioso análisis de los, hasta entonces, 34 años transcurridos desde el inicio de la llamada Revolución, que conserva plena vigencia. Entonces los prelados señalaban que “la única solución” que parecía ofrecerse era la de resistir, sin que pudiera vislumbrarse la duración de esa resistencia.

La única diferencia ahora es el llamamiento del Gobierno a la “resistencia creativa”, tras 64 años de destrucción de las industrias y la economía.

En el Plan Pastoral 2023-2030 de la Iglesia se exponen consecuencias de la política económica oficial cubana como la carencia de alimentos y medicinas, que ha alcanzado niveles nunca antes vistos, la inflación y el malestar creciente, con una carga significativa de agobio, desesperanza y desidia. El documento también señala la emigración, sobre todo de jóvenes y personas capacitadas, la desmotivación para emprender proyectos comunes, la inseguridad ciudadana, el profundo deterioro de los valores morales, el no reconocimiento del valor que supone para la nación la pluralidad de pensamientos, opiniones e ideas.

Además, hace un llamado a no esperar por los que gobiernan para iniciar nuevos procesos y transformaciones, sino ser parte activa de la rehabilitación como buenos samaritanos. Asimismo, indica que quizás una cierta apertura en el emprendimiento privado, con el consiguiente cambio de mentalidad sobre el valor de este tipo de iniciativas, sea el elemento más significativo de una transformación, tan anhelada por muchos cubanos.

Después de más de dos años de solicitar una reunión, el gobernante Miguel Díaz-Canel recibió al cardenal Juan de la Caridad García Rodríguez, arzobispo de La Habana; a Emilio Aranguren, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos y obispo de Holguín-Las Tunas; y a otros altos eclesiásticos, quienes plantearon sus apreciaciones sobre la situación en el país, según anunciaron estos el 26 de abril.

Por entonces, en los medios internacionales se comentaba la posibilidad de la liberación de los más de 1.000 prisioneros políticos, incluidos los apresados en las manifestaciones del 11 de julio de 2021, pero hasta el presente nada ha sucedido. La descomposición social existente también está siendo sufrida por los integrantes de la Iglesia Católica. Ahí están los casos del asalto a un sacerdote para arrebatarle la motocicleta y la agresión a los padres de un prelado, para robarles también. El padre Castor Álvarez fue golpeado con un bate y luego detenido en las protestas del 11J, y el sacerdote Alberto Reyes Pías es represaliado por sus opiniones contestatarias.

La Iglesia Católica de Cuba ha sobrevivido a la represión desde 1959 y ha logrado abrirse espacios en muy difíciles condiciones, incluso cuando ha sido criticada por no tener mayor dinamismo. Pero es la única institución independiente que siempre ha acompañado al pueblo, impulsada por los arzobispos Pedro Meurice Estiu, Siro González, Dionisio García Ibáñez, Emilio Aranguren, el cardenal Jaime Ortega y, sobre todo, por los abnegados dignatarios, sacerdotes, monjas, laicos y fieles católicos.

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