Cuba y la CEPAL: multilateralismo, intercambio de saberes y cooperación

Díaz Canel ante la inauguración del Trigésimo Octavo Periodo de Sesiones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL cuya presidencia deja ahora Cuba, ha dicho que en “América Latina y el Caribe persiste un vergonzoso grado de desigualdad económico-social”. Un discurso de tono populista, demagógico y propagandista, muy en su línea. Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno, pero no darse cuenta de la que uno lleva en el suyo.

La Cuba de Díaz Canel es, con diferencia, uno de los países más desiguales, injustos y probablemente insolidarios del mundo. Pero el no lo quiere reconocer, porque entonces, su modelo político económico y social se viene abajo. Además, como la “democracia de partido único” no permite una oposición institucional que hable claro, todo el mundo, incluida la CEPAL, se debe creer el mensaje distorsionado que sale de Cuba y por supuesto, ni cuestionar una coma.

Que un representante del régimen comunista cubano hable en foros internacionales de “brechas estructurales y sistémicas entre naciones, y a lo interno de cada país” da una idea de cómo está el escenario mundial en la actualidad. Lo peor es que nadie, después de estas palabras, las haya cuestionado. Este trabajo examina algunos de esos mensajes que ya no sirven 61 años después.

Las brechas en la sociedad cubana son numerosas, y entrar en ellas podría resultar aburrido.

Las distancias salariales son abrumadoras, entre el salario más elevado que se paga en la construcción y el más bajo en hoteles y restaurantes, la diferencia es del 202%. Además, la capacidad adquisitiva de los salarios muy reducida, con un salario medio situado en 879 CUP que al cambio equivale a poco más de 30 dólares.

Hay brechas injustas en el acceso al empleo, así por ejemplo, la tasa de actividad de las mujeres se sitúa en un 53,3% mientras que la de los hombres se incrementa hasta un 76% con una diferencia de 22,7 puntos porcentuales.

Existen notables dificultades con respecto al consumo de los “logros de la revolución”, su participación en los gastos totales del presupuesto ha pasado de un 34% en 2015 a poco más de un 28% en 2018 con una caída de 6 puntos porcentuales. Además, los cubanos se quejan de una notable pérdida de calidad de servicios que se pagan, y bien pagados, con los impuestos que se pagan.

Hay injusticias claras en el acceso a las tiendas en MLC bien surtidas, ya que solo el régimen autoriza la compra a quienes tienen dólares y pueden abrir cuentas en bancos estatales anteriormente. El resto de la población debe sobrevivir con la canasta normada y las ventas en bodegas estatales desabastecidas, padeciendo las penurias de las colas.

¿Y qué decir del trato a los pequeños emprendedores por parte de la administración? La persecución con trabas administrativas, autorizaciones, impuestos y tasas, no tiene nada que ver con el trato que se dispensa a las empresas estatales.

En Cuba, todo lo que tiene que ver con el modelo económico y social comunista son diferencias, brechas, injusticias y desigualdades, por mucho que Díaz Canel traslade lo contrario en la CEPAL y que nadie lo cuestione. Una cosa es lo que se dice, y otra bien distinta lo que se hace.

Y lo más grave es que, en contra de sus afirmaciones, Díaz Canel no tiene razón al culpar a la pandemia de las limitaciones del sistema productivo cubano. El sabe muy bien que antes de que estallase el COVID19, en concreto a finales de 2019, la economía cubana se iba asomando poco a poco a un abismo del que no ha conseguido salir, con uno de los crecimientos del PIB más bajos de América Latina y el Caribe, un 0,5%, cuya responsabilidad obviamente no era de la crisis sanitaria que llegó mucho después, sino del modelo económico social comunista que se encuentra obsoleto y no da para más.

En efecto, el modelo existente en Cuba es el origen de las vulnerabilidades de su economía, del profundo y negativo impacto económico y financiero sobre las decisiones de los agentes económicos, y como consecuencia de ello, los enormes costes sociales que exigen asumir de año en año el fracaso absoluto de todas las políticas que se implementan. Cuba, su modelo anacrónico, no es ejemplo para nadie ni debe servir como referencia, porque los datos están ahí. El país se atrasa, cada vez más endeudado con el exterior y sin capacidad para remontar la crisis y pierde la perspectiva del bienestar y prosperidad de sus ciudadanos. Los cubanos viven en 2020 mucho peor que diez años atrás.

Díaz Canel puede hablar en la CEPAL de lo que quiera, del cambio climático, del bloqueo o embargo, de las brechas tecnológicas, del multilateralismo, la cooperación y la solidaridad, pero lo primero que tiene que hacer es poner en orden su economía nacional y evitar el derrumbe que todos los indicadores apuntan. Hablar a los cubanos, pedir a los emprendedores privados y los arrendatarios de tierras independientes, que se sienten en una mesa de negociación para acordar juntos un modelo económico distinto que prime la iniciativa emprendedora, la innovación, el progreso y la real igualdad de oportunidades.

Salirse por la tangente es hablar en CEPAL del compromiso de Cuba con la implementación de la Agenda 2030 y hacer referencia a un plan nacional de desarrollo económico y social hasta 2030, cuyos ejes estratégicos están entrelazados con los ODS de Naciones Unidas; así como con la Estrategia Económico-Social para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la COVID-19. Aun estamos esperando constatar algún cumplimiento con relación a tanto documento escrito.

Díaz Canel ha perdido una gran oportunidad histórica de lanzar en la CEPAL un discurso nuevo, capaz de interesar a todos los cubanos y de sentar las bases para la necesaria transformación de la economía. En vez de hablar de cosas ya conocidas, como la paz, la cooperación solidaria, el respeto mutuo, la ayuda desinteresada o la complementariedad, su mensaje debería haber ido dirigido a abrir espacios para el sector emprendedor, consolidar un marco jurídico estable para el respeto a los derechos de propiedad y fomentar una atracción de inversiones extranjeras bajo un marco innovador de cooperación pública y privada, con un programa creíble de reducción del peso del estado en la economía cubana y aumento consiguiente del sector privado.

Díaz Canel se despide de la CEPAL igual que como llegó. Con un discurso plagado de intenciones, sin avances ni resultados concretos ni tan sigquiera en esos asuntos en los que el régimen castrista se ha empleado tan a fondo, por ser de su interés, como la iniciativa de «Caribbean First», la cooperación Sur-Sur y Triangular, así como la Agenda 2030. Todo ello “muy importante para los cubanos” y desde luego, fundamental para mejorar las condiciones de vida de aquellos que pasan largas horas al día en colas para poder comprar el alimento diario.

Díaz Canel concluyó agradeciendo a la secretaría ejecutiva de CEPAL Alicia Bárcena, lo que calificó de “mirada limpia y desprejuiciada a Cuba”, al tiempo que resaltó “un entrañable espíritu de cooperación que opera en dos direcciones: demandando con respeto nuestros posibles aportes y apoyando, con disposición y alto compromiso, nuestras solicitudes de asesoría técnica”. Ese talante de “buenismo”, tan a gusto de determinados organismos internacionales que Díaz Canel quiere dar al régimen comunista, no se corresponde con la atroz represión política, de derechos humanos y falta de libertades que existe en el pais. Yo de la señora Bárcena me lo haría mirar. Ese tipo de felicitaciones suelen llevar algo oculto. Ya se verá.

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