La economía mundial: Requieren políticas enérgicas de evitar la trampa de bajo crecimiento

Gran parte del mundo, especialmente las economías avanzadas, ha estado atrancado en el lento crecimiento del PIB y a la baja, el lento avance de las reformas estructurales y el elevado nivel de desigualdad son los temas principales que los líderes del G-20 debatirán en la reunión en Hangzhou, China, 4 y 5 septiembre.  Esta reunión tiene lugar en un momento importante para la economía mundial.  El péndulo de las políticas podría inclinarse en contra de la apertura económica, y si no se adoptan medidas de política enérgicas, el mundo podría sería registrando tasas de crecimiento decepcionantes por mucho tiempo.

Es preciso destacar que sería difícil, si no imposible, contrarrestar en el corto plazo muchos de los vientos de frente que asolan el crecimiento y que hoy enfrentamos, sin poner en peligro el crecimiento y la estabilidad futuros.  El año 2016 será el quinto año consecutivo con un crecimiento del PIB mundial por debajo de su promedio a largo plazo del 3,7% (1990-2007) y 2017 podría ser el sexto.  Desde principios de los años noventa, cuando los efectos de contagio derivados de la transición económica provocaron una desaceleración del crecimiento, no se ha visto un debilitamiento de la economía mundial por tanto tiempo.  ¿Qué ocurrí?  La falta de reformas estructurales y de inversión pública, en particular entre los países del G20, es una razón clave detrás del bajo crecimiento.  Es urgente que haya un mayor progreso.

En las economías avanzadas, el crecimiento real se mantiene casi un punto porcentual completo por debajo del promedio de 1990-2007.

Muchas siguen afectadas por el legado de la crisis financiara,como el sobreendeudamiento público y privado y el deterioro de los balances de las instituciones financieras.  El resultado ha sido una demanda persistentemente débil.  Los hogares, las corporaciones, las instituciones financieras y los gobiernos enfrentan restricciones de balances recortado el gasto y la inversión, aumentado los ahorros y contribuyendo a un entorno ampliamente deflacionario.  Es más, deber reconsiderar la política monetaria, que ha venido asumiendo gran parte de la carga de la recuperación desde la crisis económica de 2008.  El hecho es que años de tasas de interés ultra bajas y de una flexibilización cuantitativa masiva no han incrementado lo suficiente la demanda agregada, y mucho menos reducido de manera adecuada las fuerzas deflacionarias.Las acciones destinadas a apoyar un desapalancamiento y hacer de los balances -como reconocer pérdidas, sanear activos y recapitalizar bancos- conllevan beneficios a más largo plazo, pero los costosos en el corto plazo.  Por cierto, el ajuste de los balances lleva tiempo, especialmente en el sector de los hogares y genera una rémora inevitable para el crecimiento.

Cuanto más se prolongue el debilitamiento de la demanda, mayores serán las repercusiones sobre el crecimiento a largo plazo, dado que las empresas reducen su capacidad de producción y los trabajadores desempleados abandonan la fuerza laboral y sus capacidades críticas se deteriora.  La débil demanda también provoca una caída del comercio, lo que se suma al crecimiento decepcionante de la productividad.

Del lado de la oferta, la desaceleración de la productividad y las tendencias demográficas adversas están frenando el crecimiento potencial, una tendencia iniciada antes de la crisis financiera mundial.  Y dado que las expectativas de que el crecimiento sea más vigoroso en el futuro próximo son mínimas, las empresas tienen aún menos incentivos para invertir, lo cual daña la productividad y las perspectivas de crecimiento futuro.

Las economías emergentes y en desarrollo también han experimentado una desaceleración, aunque con respecto a un nivel de crecimiento excepcionalmente rápido en la última década.  Por lo tanto, esta desaceleración es más bien una vuelta a la norma histórica.  La evolución dentro de las economías emergentes y en desarrollo es bastante diversa.  Por ejemplo, en 2015, el PIB en dos de las cuatro economías más grandes de la región —China e India— crecieron entre 7%-7½%, mientras que contrajeron en cerca del 4% en las otras dos, Rusia y Brasil.  Sin embargo, existen elementos comunes importantes:

Uno de ellos es el reequilibramiento de la economía china desde la inversión hacia el consumo y desde la demanda externa hacia la demanda interna. Si bien una economía china estable que crezca a tasas sostenibles es, en definitiva, favorable para la economía mundial, la transición es costosa para los socios comerciales que dependen de la demanda china para sus exportaciones.  También puede con el tiempo provocar brotes de volatilidad financiera.

El segundo elemento, vinculado al anterior, es el fuerte descenso de los precios de las materias primas, que ha afectado negativamente al ingreso disponible de muchos países exportadores de materias primas.  El ajuste de los países exportadores de materias primas a esta nueva realidad será difícil y prolongado.  En ciertos casos, requerirá un cambio de modelo de crecimiento.

El débil crecimiento mundial que interactúa con un aumento de la desigualdad está generando un clima político en el cual las reformas se estancan y los países recurren a políticas proteccionistas. En una amplia muestra representativa de economías avanzadas, el ingreso del 10% superior aumentó en alrededor del 40% en los últimos 20 años, mientras que creció de manera muy moderada en los grupos de ingreso más bajo.  También la desigualdad ha aumentado en muchas economías emergentes y en desarrollo, aunque el impacto en los pobres a veces ha quedado neutralizado por un sólido crecimiento general del ingreso.

Es necesario aplicar medidas de política influyentes para evitar lo que podría convertirse en una trampa de bajo crecimiento.  El FMI surgen los principales factores de la agenda para reforzar el crecimiento mundial:

Primer factor:  El apoyo a la demandaen las economías que operan por debajo de su capacidad.  En los últimos años, esta tarea se ha delegado principalmente en los bancos centrales.  Pero la política monetaria está sometida a una presión cada vez mayor, dado que varios bancos centrales están operando con tasas de política monetaria que ya se encuentran en su límite inferior efectivo o cercanas a este límite.  Esto significa que la política fiscal debe desempeñar un papel más importante.  Donde exista margen de maniobra fiscal, las tasas de interés históricamente bajas brindan la excelente oportunidad de impulsar la inversión pública y actualizar y ampliarla la infraestructura.

Segundo factor:  Las reformas estructurales. Los países podrían hacer mucho más en este ámbito.  Hace dos años, los miembros del G-20 se comprometieron a aplicar reformas que elevarían su PIB colectivo en un 2% adicional en 5 años.  Sin embargo, en la evaluación más reciente, las medidas implementadas hasta la fecha equivalen como máximo a la mitad de esta cifra.  Por lo tanto, es urgente aplicar más reformas.  Los estudios del FMI muestran que las reformas son más eficaces cuando se focalizan en los ámbitos donde las brechas son más patentes y tienen en cuenta el nivel de desarrollo y la posición en el ciclo económico.

Tercer factor:  La revitalización del comerciomediante la reducción de los costos comerciales y la disminución de las barreras comerciales temporales.  Es fácil culpar al comercio de todos los males que afectan a un país, pero frenar el libre comercio supondría paralizar un motor que ha permitido conseguir mejoras sin precedentes del bienestar en todo el mundo a lo largo de muchas décadas.  Sin embargo, para que el comercio beneficie a todos, las autoridades económicas deberían ayudar a aquellos que se vean negativamente afectados a través de la recapacitación, el fortalecimiento de las capacidades, la asistencia profesional y la movilidad geográfica.

Cuatro factor:  Las políticas deben garantizar una distribución más amplia de los beneficios del crecimiento. Los impuestos y las prestaciones deberían reforzar los ingresos en los tramos inferiores y recompensar el trabajo.  En muchas economías emergentes, es preciso fortalecer las redes de protección social.  La inversión en educación puede mejorar la productividad y las perspectivas de los trabajadores de salarios bajos.'

Según el FMI hace falta valentía política para implementar esta agenda. Sin embargo, si no se toman medidas se corre el riesgo de revertir la integración económica mundial, y, por lo tanto, paralizar un motor que, durante décadas, ha creado y distribuido riqueza en todo el mundo.  El riesgo es demasiado grandes.

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