La democracia participativa auténtica
- Gerardo E. Martínez-Solanas
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La democracia participativa auténtica
10 Jul 2014 00:38 - 13 Aug 2014 23:14
Frecuentemente me he enzarzado en debates cordiales (y otros no tanto) con personas que suelen mostrar una actitud objetiva y esgrimir argumentos respetables sobre el ─según ellos─ poco aconsejable uso del término "democracia participativa" para nombrar un sistema avanzado de participación popular en las decisiones de gobierno.
Aducen que estas dos palabras causan una reacción de rechazo entre los que defienden la democracia representativa imperante en los países más avanzados del mundo moderno, porque evocan la gestión política de dictaduras populistas y seudoelectoralistas que justifican los abusos y la represión de sus gobiernos mediante la movilización popular masiva, que aparenta un respaldo participativo de la población a sus excesos. Ven con justificable zozobra el fenómeno de un nutrido sector del pueblo reunido en la plaza pública y alzando la mano en "voto popular" de respaldo a las consignas y medidas que proclama quien los arenga desde una tribuna, como si este fuera un fenómeno de "democracia participativa", así convertida en oclocracia, en otras palabras, en un gobierno de las turbas.
Hay otros que confunden la democracia participativa con la democracia directa, y mezclan los términos como si se tratara de sinónimos en la maquinaria democrática. De hecho, hay muchas democracias representativas que utilizan elementos de democracia directa de distintas formas. Una de las más utilizadas es el mecanismo de la consulta popular en plebiscitos y referendos. En Estados Unidos se utiliza a nivel municipal y a veces también Estatal, pero no a nivel nacional como se ha extendido esta práctica por la Unión Europea. Suiza es el paradigma político del plebiscito y el referendo a nivel nacional y en el resto de Europa se está propagando esta práctica mediante la llamada Iniciativa Ciudadana Europea, que permite recoger firmas a los ciudadanos de los países miembros de la UE para impulsar una iniciativa de referendo o plebiscito a nivel continental.
La democracia participativa implica también el uso de estos mecanismos, pero va más allá promoviendo mecanismos de participación en la discusión y las decisiones públicas, sobre todo a nivel comunitario y municipal, pero también, cuando sea oportuno y posible, a nivel provincial. Estas pueden tomar la forma de asambleas comunitarias o cualquier otro mecanismo que permita a los ciudadanos intervenir directamente en los debates que desemboquen en decisiones que a ellos atañen. El mecanismo se maneja de conformidad con el principio de subsidiariedad, por el cual se establece que las decisiones que se puedan tomar satisfactoriamente a más bajo nivel no deben tomarse a niveles más altos. En otras palabras, es un proyecto de descentralización del gobierno, lo cual implica una mayor democratización de la gestión política.
Lamentablemente, la democracia participativa, como también los mecanismos específicos de democracia directa, están siendo mal interpretados como esfuerzos populistas. Aparte de las aberraciones evidentes de las falsas democracias que proclaman los gobernantes de Cuba, Venezuela o Bolivia, en Europa están surgiendo inquietantes movimientos que propugnan una aberrante "democracia directa", los cuales están logrando embelesar con sus cantos de sirena a grandes sectores de la población como para lograr una presencia creciente en el Parlamento Europeo y en algunos parlamentos nacionales del viejo continente. Destaca recientemente el triunfo parcial pero notable de "Podemos" en las elecciones europeas.
Estos seudodemócratas propugnan un enfrentamiento de "democracia directa" vs "democracia representativa", como si fueran antagonistas y no parte de una evolución natural de la democracia auténtica. Y uno de los métodos "directos" que emplean consiste en la manifestación o protesta pública agresiva y violenta contra "los políticos". Por ejemplo, funcionarios del gobierno catalán se vieron asediados en junio de 2011 por una turba que no sólo los vejó de palabra sino que los agredió con empujones, les impidió el paso mientras les lanzaban pintura y otros líquidos insalubres y los amenazó con la fuerza popular en nombre de la democracia directa así ejercida. Esta idea populista y oclocrática ha llegado a enturbiar al poder judicial, que acaba de declarar "inocentes" a 19 de los 20 acusados de esos abusos con el argumento de que estaban haciendo uso de la libre expresión y afirmando que el "espacio público está delimitado y controlado por los medios de comunicación, en manos privadas o de titularidad estatal pero gestionados con criterios partidistas" para justificar la agresión ante un supuesto abuso "discriminatorio" de esos "espacios públicos".
Así las cosas, también en Europa los extremistas se están autotitulando promotores de la democracia directa y/o de la democracia participativa, utilizando métodos antidemocráticos precursores de lo que ya sucede con el "socialismo del siglo XXI", proclamado y patrocinado por las nuevas dictaduras latinoamericanas.
Abandonar el terreno a los enemigos de la democracia auténtica, permitiendo que se adueñen de importantes conceptos democráticos para manipularlos a su antojo, sería concederles el triunfo en la batalla de las palabras y de la propaganda. Sería un grave error reconocerles un título de propiedad sobre la "democracia participativa" a quienes no son ni demócratas ni permiten la participación activa de sus pueblos en la forja de su destino.
La democracia auténtica descansa en un respeto firme por la ley y el orden, dentro de un ámbito constitucional que garantice la defensa de los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, sin distinciones ni pretexto alguno. La democracia auténtica no consiste en el dominio de un sector triunfalista sobre otro sector sometido, sino en el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Como dijo certeramente José Martí, "con todos y para el bien de todos".
Y como "todos" no piensan igual, se trata del respeto mutuo que permita vías de diálogo entre los adversarios y de colaboración a la hora de llegar a acuerdos y de tomar decisiones. El adversario NO es el enemigo, sino alguien con el que tenemos que convivir. Alguien al que también necesitamos para lograr entre todos el progreso del país en que vivimos en un ambiente de armónica confraternidad.
La democracia participativa es cualquier mecanismo que permita la acción ciudadana en la reconciliación de opiniones divergentes y de políticas y proyectos rivales, hasta alcanzar una síntesis de colaboración pacífica que sirva de fundamento a un Estado de derecho.
Aducen que estas dos palabras causan una reacción de rechazo entre los que defienden la democracia representativa imperante en los países más avanzados del mundo moderno, porque evocan la gestión política de dictaduras populistas y seudoelectoralistas que justifican los abusos y la represión de sus gobiernos mediante la movilización popular masiva, que aparenta un respaldo participativo de la población a sus excesos. Ven con justificable zozobra el fenómeno de un nutrido sector del pueblo reunido en la plaza pública y alzando la mano en "voto popular" de respaldo a las consignas y medidas que proclama quien los arenga desde una tribuna, como si este fuera un fenómeno de "democracia participativa", así convertida en oclocracia, en otras palabras, en un gobierno de las turbas.
Hay otros que confunden la democracia participativa con la democracia directa, y mezclan los términos como si se tratara de sinónimos en la maquinaria democrática. De hecho, hay muchas democracias representativas que utilizan elementos de democracia directa de distintas formas. Una de las más utilizadas es el mecanismo de la consulta popular en plebiscitos y referendos. En Estados Unidos se utiliza a nivel municipal y a veces también Estatal, pero no a nivel nacional como se ha extendido esta práctica por la Unión Europea. Suiza es el paradigma político del plebiscito y el referendo a nivel nacional y en el resto de Europa se está propagando esta práctica mediante la llamada Iniciativa Ciudadana Europea, que permite recoger firmas a los ciudadanos de los países miembros de la UE para impulsar una iniciativa de referendo o plebiscito a nivel continental.
La democracia participativa implica también el uso de estos mecanismos, pero va más allá promoviendo mecanismos de participación en la discusión y las decisiones públicas, sobre todo a nivel comunitario y municipal, pero también, cuando sea oportuno y posible, a nivel provincial. Estas pueden tomar la forma de asambleas comunitarias o cualquier otro mecanismo que permita a los ciudadanos intervenir directamente en los debates que desemboquen en decisiones que a ellos atañen. El mecanismo se maneja de conformidad con el principio de subsidiariedad, por el cual se establece que las decisiones que se puedan tomar satisfactoriamente a más bajo nivel no deben tomarse a niveles más altos. En otras palabras, es un proyecto de descentralización del gobierno, lo cual implica una mayor democratización de la gestión política.
Lamentablemente, la democracia participativa, como también los mecanismos específicos de democracia directa, están siendo mal interpretados como esfuerzos populistas. Aparte de las aberraciones evidentes de las falsas democracias que proclaman los gobernantes de Cuba, Venezuela o Bolivia, en Europa están surgiendo inquietantes movimientos que propugnan una aberrante "democracia directa", los cuales están logrando embelesar con sus cantos de sirena a grandes sectores de la población como para lograr una presencia creciente en el Parlamento Europeo y en algunos parlamentos nacionales del viejo continente. Destaca recientemente el triunfo parcial pero notable de "Podemos" en las elecciones europeas.
Estos seudodemócratas propugnan un enfrentamiento de "democracia directa" vs "democracia representativa", como si fueran antagonistas y no parte de una evolución natural de la democracia auténtica. Y uno de los métodos "directos" que emplean consiste en la manifestación o protesta pública agresiva y violenta contra "los políticos". Por ejemplo, funcionarios del gobierno catalán se vieron asediados en junio de 2011 por una turba que no sólo los vejó de palabra sino que los agredió con empujones, les impidió el paso mientras les lanzaban pintura y otros líquidos insalubres y los amenazó con la fuerza popular en nombre de la democracia directa así ejercida. Esta idea populista y oclocrática ha llegado a enturbiar al poder judicial, que acaba de declarar "inocentes" a 19 de los 20 acusados de esos abusos con el argumento de que estaban haciendo uso de la libre expresión y afirmando que el "espacio público está delimitado y controlado por los medios de comunicación, en manos privadas o de titularidad estatal pero gestionados con criterios partidistas" para justificar la agresión ante un supuesto abuso "discriminatorio" de esos "espacios públicos".
Así las cosas, también en Europa los extremistas se están autotitulando promotores de la democracia directa y/o de la democracia participativa, utilizando métodos antidemocráticos precursores de lo que ya sucede con el "socialismo del siglo XXI", proclamado y patrocinado por las nuevas dictaduras latinoamericanas.
Abandonar el terreno a los enemigos de la democracia auténtica, permitiendo que se adueñen de importantes conceptos democráticos para manipularlos a su antojo, sería concederles el triunfo en la batalla de las palabras y de la propaganda. Sería un grave error reconocerles un título de propiedad sobre la "democracia participativa" a quienes no son ni demócratas ni permiten la participación activa de sus pueblos en la forja de su destino.
La democracia auténtica descansa en un respeto firme por la ley y el orden, dentro de un ámbito constitucional que garantice la defensa de los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, sin distinciones ni pretexto alguno. La democracia auténtica no consiste en el dominio de un sector triunfalista sobre otro sector sometido, sino en el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Como dijo certeramente José Martí, "con todos y para el bien de todos".
Y como "todos" no piensan igual, se trata del respeto mutuo que permita vías de diálogo entre los adversarios y de colaboración a la hora de llegar a acuerdos y de tomar decisiones. El adversario NO es el enemigo, sino alguien con el que tenemos que convivir. Alguien al que también necesitamos para lograr entre todos el progreso del país en que vivimos en un ambiente de armónica confraternidad.
La democracia participativa es cualquier mecanismo que permita la acción ciudadana en la reconciliación de opiniones divergentes y de políticas y proyectos rivales, hasta alcanzar una síntesis de colaboración pacífica que sirva de fundamento a un Estado de derecho.
Last edit: 13 Aug 2014 23:14 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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