Recordando en contradicción

Sor Nadieska Almeida“Fiesta del mundo trabajador”, escuchaba cada 1 de mayo, y siendo una adolescente tuve la gracia infinita de aprender también que la Iglesia celebra el día de San José obrero, quien humildemente creó todas las condiciones para que Jesús naciera con lo necesario para su existencia. Era su obligación como padre adoptivo del Mesías, Dios hecho hombre que defendió como nadie los derechos del hombre y de la mujer en una sociedad donde el poder ejercía con fuerza toda clase de injusticia. 

Fue Jesús quien miró de frente y llamó zorro a Herodes, y a Pilato le recordó que no tenía poder sobre Él si ese poder no fuera permitido por el Padre. Es evidente que San José le enseñó a Jesús los verdaderos valores que en el momento preciso debía hacer vida en su misión y compromiso por el Reino que Él había venido a instaurar de parte del Padre Dios. 

Resulta bastante contradictorio hacer memoria de un día, específicamente 1 de mayo, por ser una celebración que tuvo su origen en las protestas del mundo trabajador contra las injusticias de aquel momento. Recordar una fecha que surge desde el reclamo de derechos, debería al menos inquietarnos y dejarnos cuestionar si hoy en nuestra sociedad se respetan los derechos de cada trabajador, y también cabría preguntarse si esos derechos son reconocidos incluso por los obreros. 

El 1 de mayo es, sin duda, un día de celebración para todos aquellos trabajadores que gozan de unas condiciones laborales dignas y de un empleo que le aporta calidad de vida. Para otros muchos, es un día más al servicio de un sistema económico que no respeta los derechos humanos más básicos. Por ello debería ser una fecha para la reflexión sobre el respeto a nuestros derechos y el ejercicio de nuestros deberes.

 

Trabajar es un derecho de todo hombre y mujer. Ser remunerado justamente es inherente a ese mismo derecho. Poder sostener a la familia con un salario digno es un derecho también. Y es aquí donde se desprenden las varias preguntas que muchos se hacen en público o en privado: 

¿Qué puedo comprar con el salario que es fruto de mi esfuerzo?

¿Entre qué puedo “elegir” lo que es esencial o lo que puedo estirar para que dure un poquito más?

¿Qué puede celebrar una madre o padre, esposo o hijos el 1 de mayo si tienen a alguien condenado injustamente?

Y lo más seguro es que esos privados de libertad son también trabajadores serios, que por ser fieles a su conciencia decidieron gritar que sus derechos estaban siendo violados: 

- El derecho a una alimentación adecuada.

-El derecho de expresarse sin ser reprimido, expulsado de su trabajo o condenado a vivir en cautiverio.

-El derecho a unas condiciones de trabajo que le permitan ejercerlo sin riesgos para su vida y la de otros.

-El derecho a un salario que permita sustentar y vivir sin miedo a pasar necesidad.

-El derecho, incluso, a exigir el respeto de todos sus derechos.

¿Cómo puede salir a marchar y celebrar un pueblo trabajador cuando tiene hijos que cumplen injustas condenas?

¿Es que acaso con esa marcha se reclama la libertad para sus hijos?

¿Cómo es posible que se celebre un día de reconocimiento para los trabajadores si al volver a casa le esperan apagones y mesas vacías?

¿Cómo y hasta cuándo van a seguir amedrentando a los estudiantes, que si no participan en la celebración no tienen derecho a exámenes?

Qué tristeza ver personas que no quieren participar y van porque se les pone en juego algún beneficio. No juzgo, simplemente me pregunto hasta cuándo permitiremos que se juegue con nuestra conciencia. 

A veces me invade una inmensa tristeza al ver que con nuestras aceptaciones sigamos haciendo creer que no es posible un nuevo comienzo para nuestra nación. 

No me dejo vencer por la desesperanza, al contrario, como San José quiero ayudar a que los valores del Reino, como son la justicia, la verdad, la libertad, la alegría, el bien para todos, vuelvan a reinar, y por eso que me habita y que es más fuerte que yo misma, vuelvo a levantarme, vuelvo a repetir: _“Ánimo, la noche no será eterna”_.

En nombre de los que siguen apostando por nuestra isla aún desde el más oscuro rincón, de aquellos que siguen siendo rayitos de luz, de aquellos que comparten y apoyan a los más frágiles, de aquellos que en estos días han sido injustamente sentenciados… En nombre de tantos *NO NOS DEJEMOS ROBAR LA ESPERANZA*.

Que San José, el hombre justo, cuya fiesta hemos celebrado, nos regale el coraje de escuchar en sueños “nuestros propios sueños”, y como él sepamos hacer la voluntad de Dios.

San José, patrón del mundo trabajador, ruega por nosotros.

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